Valoración del 'caso novillo'

Juan Murillo: «¿Merece la pena salvarse a cualquier precio?»

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En el centro, Juan Murillo en el palco de presidencia de la Real Maestranza.

El que fuera durante muchos años presidente de la plaza de toros de Sevilla, Juan Murillo, ha aceptado de forma puntual valorar en SEVILLA TAURINA el ‘caso novillo’. Coincide con José Antonio Soriano que el novillo nunca debió desembarcarse, y mucho menos reconocerse. Opina que se cometieron varios y graves errores.

Francisco Mateos.-

     Juan Murillo es recordado como uno de los presidentes más valorados por el público en los últimos años. No le temblaba la mano para ejercer la defensa del prestigio de la Maestranza en los reconocimientos y exigir toros con el trapío adecuado para Sevilla, o en caso contrario rechazar los astados. Era exigente a la hora de conceder los trofeos y ponía en valor las vueltas al ruedo tras una petición, tan devaluadas actualmente. Tuvo serios enfrentamientos con la empresa Pagés por defender los legítimos intereses de los aficionados. Y también erró, indudablemente. Pero no tuvo reparos en presentar su dimisión de la presidencia que ejercía desde hacía muchos años cuando desde la Delegación de la Junta de Andalucía en Sevilla -la socialista Carmen Tovar– quiso manejar a su antojo la presidencia en la Maestranza. Oficialmente dimitió porque no se le dejó consensuar el equipo de veterinarios (VER). Al año siguiente la delegada Tovar dijo que se había equivocado y que ya dejaba la formación del equipo en manos del presidente, y que Murillo tenía las puertas abiertas para cuando quisiera volver (VER). El daño estaba hecho, y no volvió. Por este motivo y por otros que tiene prometido desvelar algún día a través de SEVILLA TAURINA. Policía de profesión, aunque le apasionaba la presidencia, su ética estaba por encima de cualquier apego a un sillón. Su frase final fue lapidaria: «Me voy porque estoy harto».

     Juan Murillo hace mucho que no se prodiga por los medios. Hace una excepción con SEVILLA TAURINA; no esconde su debilidad por la información a través de este portal. Por su notable y amplia trayectoria, además de su demostrada independencia, es muy valorable su opinión sobre el ‘caso novillo’. Juan Murillo ha repasado todas las informaciones publicadas en este portal. «Me parece todo esperpéntico. Es una auténtica barbaridad de principio a fin… No quiero extenderme demasiado, pero vamos…», comenta mordiéndose los labios.

     «Todo es un lío muy gordo, pero lo que me parece más grave es que las cuadrillas, que son personas de palabra, que se juegan la vida y por tanto van ‘por derecho’, los apoderados y los representantes de los abonados tengan muy claro que se reconocieron el martes 30 de abril los nueve toros; es que lo vieron, y saben lo que estaban viendo. También confirman que ese mismo martes, tras la deliberación de los veterinarios, el presidente les dijo que la corrida estaba aprobada, y que después pueda aparecer un acta oficial que diga que uno de los toros -el novillo- se ha pesado y reconocido al día siguiente… Eso sería gravísimo».

     Juan Murillo coincide plenamente con la valoración que hiciera hace unos días en estas páginas José Antonio Soriano, quien fuera director general de Espectáculos de la Junta y artífice del Reglamento Taurino de Andalucía. «El novillo nunca debió desembarcarse. A mí me ha ocurrido en algunas ocasiones, que han llegado al reconocimiento astados que tras comprobar los certificados no tenían la edad. Evidentemente mi respuesta era clara: ni lo baje del camión, ganadero; queda rechazado. Esto es una corrida de toros y por tanto un reconocimiento de una corrida de toros».

     Por tanto, Murillo lo hubiera rechazado el mismo martes, «sin bajarlo del camión. Tampoco entiendo la maniobra esa de dejarlo la noche en la plaza para que cumpla la edad y al día siguiente reconocerlo. Además, hay que reconocerlo el día anterior obligatoriamente, ya había toros aprobados, no había que reconocer más toros».

     Juan Murillo concluye con una reflexión: «Lo grave de todo el caso es querer tapar un error con otro error. Ahora son dos errores. Es triste querer salvarse a cualquier precio. ¿Merece la pena? No hay por donde coger el caso».


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