El 12 de septiembre volvía a nacer en la camilla de operaciones de la Real Maestranza, cuando el equipo del doctor Vila le rescataba de las garras de la parca tras sufrir, en el tercio de banderillas, una tremenda cornada de un utrero de Gabriel Rojas. Aquella imagen de Jesús corriendo por el albero maestrante, buscando la puerta de la enfermería dio la vuelta por televisiones, periódicos y sitios web. Afortunadamente hoy está más vivo que nunca. Con más ganas de volver a lucir los alamares que en toda su vida.
Antonio Girol.-
Jesús, ¿qué tal se encuentra?
Mejor, bastante mejor. Sobre todo cuando recuerdo que me pasé veinte días en una cama casi sin poder levantarme, y después tuve que, prácticamente, aprender a caminar de nuevo. Afortunadamente hoy día ya estoy haciendo ejercicios para recuperar la masa muscular que he perdido durante este tiempo, e incluso he empezado a coger el capote para entrenar, aunque de una forma muy liviana de momento. Pero aún queda mucho invierno y estoy seguro que estaré preparado al cien por cien para principio de temporada.
¿Qué le dicen los médicos?
La verdad es que me comentan que todo va bien y que aún estoy dentro del tiempo estipulado por ellos para mi recuperación, que depende de la evolución del riego sanguíneo de la pierna. El problema que tengo es el injerto que me hicieron en la femoral, que irá dilatando poco a poco y con ello el riego sanguíneo se irá normalizando.
¿Se revive en la cabeza esos momentos tan duros, o por el contrario la naturaleza humana es tan sabia que los borra de la mente?
Mentiría si dijese que no te acuerdas. Hay momentos en el día en que todo se te viene a la cabeza y lo que más me duele es saber que he hecho sufrir a mi familia y a los amigos, tanto profesionales como no, pero… Sinceramente, las cornadas no se pueden olvidar. De hecho, creo que hay que tenerlas muy presentes cada vez que te vistes de torero o estás entrenando. Esto es así y debe ser así; de lo contrario, la Tauromaquia no tendría sentido. Es algo que puede pasar en cualquier momento y a todo el que se pone delante de la cara del toro. A mí, al estar tan mentalizado y metido en mi profesión, ha hecho que psicológicamente la cornada no me haya afectado.
Viendo las imágenes se observa que fue el primero en darse cuenta de la gravedad de la cornada, ¿da tiempo a pensar en algo en esos instantes?
Sí, yo sentí como me metía el pitón cuando aú estaba en el aire. Cuando caí al suelo y me levanté me di cuenta de que llevaba algo fuerte. Intenté taponarme pero era casi imposible. Recuerdo que cuando me levanté del suelo ya me llegaba la sangre al tobillo. Y en esos momentos me di cuenta que mi vida corría peligro, al observar que mis compañeros estaban lejos y la enfermería aún más. Después de ver que la pierna me respondía decidí ir yo hacia allí, hasta que tuve fuerzas.
Afortunadamente hoy está recuperado gracias a las manos del doctor Vila y su equipo, ¿ha sentido el cariño de la gente en todo este tiempo?
Sí, gracias a que todo esto me ocurrió en Sevilla, con los medios que tiene esa enfermería y el gran equipo médico que hay, puedo decir que hoy estoy vivo. Estoy muy agradecido a todo el mundo, desde los médicos que me salvaron la vida hasta todos los profesionales y amigos que me han apoyado durante todo este tiempo. He recibido muchas llamadas de profesionales que van con figuras del toreo y que ni siquiera conozco y eso es de agradecer.
Parece que a un torero se le tenga que reconocer su mérito a raiz de que sufre una cornada, ¿no le da esa impresión? Es como si no se valorase del todo vuestro trabajo en la plaza.
Somos un colectivo de profesionales poco conocidos para la gran mayoría de personas. Sin embargo, el que es aficionado y conoce nuestro cometido delante de la cara del toro, sí reconoce y aprecia nuestro trabajo. El problema es que aficionados de verdad, que sepan ver nuestro cometido, hay pocos. Pero sí lleva razón, parece que cuando pasa una cosa de estas, las personas se conciencian más de que nosotros, los banderilleros, también nos jugamos la vida.
La profesión de torero es de las más duras que hay, por muchos motivos, y uno de ellos es el de las cornadas. Sin embargo, ¿cuáles son más duras, las de la ingratitud o las del toro?
Las del toro te puedo asegurar que no, por muy fuertes que puedan ser. Hay que estar mentalizado para saber afrontarlas. Pero las cornadas de la ingratitud, ésas pueden doler más por inesperadas.
¿Cómo le gustaría que fuese la reaparición?
Sueño con volver a pisar la Real Maestranza, aunque sé que el día que lo haga pasaré mucho miedo al tener que enfrentarme a los recuerdos de aquella tarde del 12 de septiembre. Pero le puedo asegurar que me prepararé fuerte para cuando llegue ese día y al final poder disfrutar. Sin embargo, imagino que mi reaparición será en otra plaza porque espero poder estar preparado para empezar a funcionar a principios de temporada. Sinceramente me da igual el sitio de mi reaparición. Sé que todos serán especiales durante la próxima temporada, aunque espero poder cumplir mi sueño, que no es otro que volver a torear en Sevilla.
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