PEPE MORAL - Torero

«En este momento tengo que dejarme matar todas las tardes»

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El diestro Pepe Moral y su apoderado, Manolo Cortés. (FOTO: Ambitotoros)
El diestro Pepe Moral y su apoderado, Manolo Cortés. (FOTO: Ambitotoros)

Está con el teléfono encendido las 24 horas, pendiente de una llamada de su apoderado que le ilumine el túnel oscuro de un calendario sin fechas, esperando el aviso de que «estás puesto en Sevilla». El sevillano Pepe Moral, encerrado en su objetivo obsesivo de llegar a figura del toreo, está entregado a su profesión.

Javier García Baquero.-

     En este otoño helado del norte, sentando ante el fuego entrañable de la chimenea castellana, me decía un viejo amigo, un chicarrón del norte, con duros sabañones de rancio apresto y unos cuantos metatarsos de menos, ofrecidos como tributo helado, arrancado por suaves y desangeladas caricias, al dios de los fríos, me contaba, que cuando un alpinista recibe la visita nunciadora del duende maldito que le propone el reto innegable del difícil camino de la aventura imposible de un ‘quince mil’, el elegido sólo tiene un momento para negarse.

     El momento crucial para el abandono no es, como se puede pensar, el de echar el postrer cordaje a muchos metros de asfixia y altitud, no es asunto que se dirima en la salida sin vuelta atrás desde el último campamento base, no es el momento cuando el sherpa se para y vuelve sobre los pasos que pisan los hombres para dejar al dios de las cumbres que invente su camino y cumpla su designio. No, me decía el veterano montañero, el único momento para negar la llamada vieja de las montañas, es esa primera noche en que uno no puede dormir preparando la lejana aventura. Si el montañero amanece con un ‘sí’, la suerte está echada: el destino es la montaña, como en ese Amok de Stefan Zweig, ya sólo queda saber si la cumbre será testigo del éxito o si un frío alud enterrará la victoria del que es capaz de morir luchando.

     Pepe Moral dijo que ‘sí’ a ser torero hace mucho tiempo. El duende revoltoso del toreo lo llamó a sus tiernos doce años, y aunque después siguió estudiando, currando en el serrín, siempre supo que ya sólo podría ser torero, vivir en torero. Encontró además a su sherpa particular en el maestro Manolo Cortés, que mientras ascienden, aunque falte el oxígeno de los contratos, le repite «hay que estar siempre». Que mientras padecen juntos la soledad del visionario, reitera mil veces «no te puedes aburrir», soportando el frío devastador del que cree en si mismo frente a la duda del resto del mundo, le repite como un mantra reparador «va a llegar la oportunidad, y ese día hay que resolver».

     Nos encontramos a Pepe Moral, envenenado del toro, tras una temporada en blanco; no hay atisbos de derrota, entrenando estos días de aguas altas en una nave de Los Palacios, las tardes en el Vizir, las noches en casa, la vida en el toro. La conversación es fácil hablando de toros, se complica fuera del asunto central de su pensamiento.

¿Se puede sentir torero un hombre sin torear?

Ser torero no sólo es torear; también es entrenar, hacer campo, hablar de toros. Es verdad que torear en la plaza es el culmen. Pero sentirse torero es un estado de ánimo de 24 horas. Te puedo decir que, a veces, toreando no me he sentido torero.

¿Que piensa cada mañana cuando se levantas?

En el toro, en entrenar, en ser mejor torero.

¿Y cada noche cuando se acuesta?

En soñar el toreo eterno, en poderle a los toros, en superarme.

¿Paciencia o cojones para dar la vuelta al cotarro?

Paciencia para que te pongan, paciencia para esperar el día; y cojones, muchos, para resolver, para hacerle al toro lo que sueñas, lo que se merece un toro bravo, lo máximo de pureza y de entrega.

¿Que es un apoderado?

Los hay de muchas clases, yo ahora tengo una relación de apoderamiento con el maestro Cortés es de absoluta comunión; sin la aportación de Cortés no se podría entender al actual Moral. Además como figura del toreo que ha sido, es imprescindible, su consejo, su experiencia ayuda a que no me pasen cosas que le han pasado a él y a que pueda rozar la grandeza del toreo antes.

¿Dejarse matar o convencer toreando?

En este momento tengo que dejarme matar todas las tardes para poder convencer. Ni concepto es poder con arte a los toros bravos.

¿Es peor aburrirse o aburrir?

Cuando uno se aburre, aburre a los demás. Lo malo sería que uno se sintiera y aquello no se calentara, yo cuando me siento palpo que el asunto transmite.

¿Se ve trabajando, por ejemplo, de contable en un banco?

No. Sólo me veo en el toro, siempre en algo relacionado con el toro; esta es mi vida

¿Que pensó cuando vió a Jesús Márquez regando de torería la Maestranza?

Jesús me ha acompañado siempre. Es un torero importante y aquella tarde, después del susto, del dolor, de la incertidumbre, sentí orgullo por un amigo torero, por un hombre que vivió la cara más amarga del toro sin perder un paso.


Paciencia para que te pongan, paciencia para esperar el día; y cojones, muchos, para resolver, para hacerle al toro lo que sueñas, lo que se merece un toro bravo, lo máximo de pureza y de entrega.


Del día de su alternativa, ¿qué recuerda?

Todo, desde la mañana, el momento de vestirme, la entrada al patio de cuadrillas, la ceremonia, los aplausos, la vuelta al hotel oscureciendo. Es mi intimidad más querida, por cómo se hicieron las cosas tuve el privilegio de disfrutar de la alternativa en la grandeza máxima del toreo.

Templar, mandar, parar o cargar la suerte.

Yo tengo un concepto del toreo redondo, de cogerlo delante muy firme, llevarlo toreado y dejarlo lo más atrás posible y cerca de la cadera, con la mano muy baja, pudiendo y gustando. Para eso hay que templar, mandar, poder, torear y tener gusto.

Muchas cosas juntas…

Si, y además hacerlas despacio.

Cuando triunfe, ¿de quién se va a olvidar?

De nadie, ¿por quién me toma?, ojalá no me olvide de nadie.

«Más cornás da…»

La vida, la deslealtad, la mentira.

La tarde que pudo ser y no fue…

Mi alternativa, todo estaba hecho con el mimo necesario pero todo se fue apagando…

EN CORTO

¿Y la que fue sin esperárselo?

La de las Ventas de 2007, el 14 de Mayo: todo se vino arriba.

Le han dicho alguna vez «arrímarte o a casa»…

No me lo tiene que decir nadie, yo soy muy duro, soy realista, esa es una verdad inmutable del toreo, quien no esté aquí para jugarse la vida no pinta nada, y un minuto antes que me eche nadie, me voy del toro.

¿Que es la profesionalidad?

Lo que nos distingue del resto de mortales: ponerte, solucionar,… es un oficio.

¿Y la torería?

Lo que se lleva dentro.

¿Qué enseña el fracaso?

A levantarte, a eliminar lo que has hecho mal, a perder el respeto al desengaño y a valorar el triunfo.

Y el miedo, ¿enseña algo?

También.

¿Qué enseña el miedo?

Te enseña tus límites, te enseña a convivir con él, a poderle. Valiente es quien le puede al miedo.

Si te dice Manolo Cortés que al medio del ruedo sin muleta, ¿qué le dices?

Que si con la derecha o con la izquierda.

  • ¿Un lugar para perderse? El campo.
  • ¿Un brindis pendiente? A la vida, que me deja sentirme y ser torero, la profesión más grande del mundo.
  • ¿Lo que nunca haría para triunfar? Ir en contra de mí mismo, contra mi profesión, contra la dignidad del toro, contra el toreo.
  • ¿Cinco chicuelinas, tres verónicas o una media? Tres verónicas, lentas, poderosas, de recibo, ganando un paso.
  • ¿A que diría siempre que ‘sí’? A torear.
  • ¿Y a qué diría siempre que ‘no’? A la mentira.
  • ¿Como le gustaría ser recordado? Que dijeran que era un torero. No quiero que se me recuerden por las orejas o por las puertas grandes, si no por una faena, por una serie, por la verdad de mi toreo.
  • ¿Se puede estar enamorado y ser torero? Se puede estar enamorado del toro.
  • ¿Qué es la fidelidad? No engañarse a uno mismo ni mentir a los demás
  • ¿Y el rencor? Todos lo tenemos; es el recuerdo necesario del daño que te hacen los otros.
  • ¿Una plaza? Madrid. Sevilla es mi tierra, pero cuando Madrid se pone a tu lado… Ahora, si se pone enfrente no te digo lo que pesa… Sevilla es más íntima, más cercana.


*Publicado en ambitotoros.blogspot.com


 

GALERÍA GRÁFICA

FOTO: Ambitoros.

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