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El ejemplo de Luz

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Luz Casal, aficionada a los toros, el sábado en el concierto en Sevilla. (FOTO: Javier Martínez)
Luz Casal, aficionada a los toros, el sábado en el concierto en Sevilla. (FOTO: Javier Martínez)

«…le pregunté a Luz Casal por qué una última fila, la de más arriba en la Maestranza. Me dijo que eran dos las razones: intentar pasar desapercibida (qué distinto al resto de famosos, buscando la barrera para ronear) y para poder tener una visión total del espectáculo; es decir, del ruedo y de los tendidos…»

Frabcisco Mateos.-

     Mientras Luz Casal llegaba a su punto más rockero en el teatro de la Maestranza en el magnífico concierto del pasado sábado y ponía el patio de butacas boca abajo, me acordaba de las dos o tres veces que la ví en la Maestranza, allí en la grada 2, en la última fila, intentando pasar desapercibida, detrás de unas grandes gafas de sol negras. Pude saludarla y preguntarle si le gustaban los toros, porque no me cuadraba su perfil (como supongo que a muchos) con el de aficionada a los toros. Me contestó muy amable y con esa voz melódica y tímida cuando habla (al cantar se transforma) que no era entendida, pero que le gustaba y le atraía el espectáculo taurino, y que siempre intentaba ir al menos a un par de festejos al año, y le gustaban las plazas de Madrid y Sevilla. Se quejaba de la dificultad para poder pasar despercibida y poder degustar una tarde de toros en tranquilidad, y que le gustaba el espectáculo en su totalidad, tanto el ruedo como lo que lo rodea: luz, color, ambiente,… Insistí en una última cuestión, y le pregunté por qué una última fila, la de más arriba en la Maestranza. Me dijo que eran dos las razones: intentar pasar desapercibida (qué distinto al resto de famosos, buscando la barrera para ronear) y para poder tener una visión total del espectáculo; es decir, del ruedo y de los tendidos. Al año siguiente tuve la oportunidad de entrevistar a la cantante gallega para un periódico y volvimos a recordar la conversación y su faceta de aficionada.

     Y es que el mundo de los toros tiene una fuerza que es capaz de interesar a personajes que a priori no nos cuadraría como aficionados. Y que, además, no tienen complejo alguno para demostrarlo en público. Tengo grabados los dos lances que pegó con la mano el inimitable Joaquín Sabina en el concierto de Sevilla del año pasado, en el auditorio ‘Rocío Jurado’; o la forma torera de saludar a Sevilla de hace ya algunos años de Miguel Bosé en el concierto del Estadio Olímpico. Y así una larga lista de personajes de la sociedad y de la cultura que tendrían que ser adalid de pantalla publica de defensa de la Fiesta. Pero como en los toros están metidos los más listos del mundo (empezando por los propios taurinos y siguiendo por los políticos responsables del asunto), en vez de aprovechar, por ejemplo, los burladeros de las plazas -como el de la Maestranza- para mostrar la heterogeniedad del aficionado taurino y su implicación en toda la cultura y la sociedad, los políticos prefieren invitar al cura de su pueblo, al marido y a su prima hermana para que vayan ‘de vávula’ a los toros. Eso es ser inteligente. Sí señor. Y es que no es lo mismo ‘ser listo’, que ‘ser un listo’.

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