REAL MAESTRANZA - 4ª Feria de Abril

Vuelta a la realidad

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Toreo con la derecha de Pablo Aguado.

La infumable corrida de Juan Pedro Domecq, mal presentada, descastada y mansa, contrasta con la movilidad y transmisión de los toros lidiados en las dos corridas anteriores, haciendo caer a los aficionados en la penosa realidad de la Fiesta. Sólo Morante fue ovacionado por algunos atisbos de buen toreo en el primero.


 SEVILLA / Corrida de toros 

TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq, mal presentados, descastados y mansos. Muy noble, el primero; sin calidad en sus mansas embestidas, el segundo; noble y soso, el tercero; a la defensiva, el cuarto; sin una gota de casta; el quinto; sin casta y fuerza, el sexto.
ESPADAS: –Morante de la Puebla (de rosa y azabache), saludos y silencio.
José María Manzanares (de rioja y oro), silencio y silencio.
Pablo Aguado (de burdeos y oro), silencio y palmas.
CUADRILLAS: Saludaron tras poner banderillas Curro Javier y Alberto Zayas.
INCIDENCIAS: Lleno de ‘No hay billetes’.


Manuel Viera.-

     Hemos vuelto a la realidad. Viendo lo de hoy, lo de ayer y lo de anteayer parecía un espejismo. Se marchitó la ilusión y volvió la decepción con los toros de Juan Pedro Domecq. Una birria de corrida. Mal presentada, anovillada y de nobleza cansina y bobalicona que aburre y desespera. Además, sin una gota de casta y bravura en su sangre. Fracaso total de una terna que paga con creces sus exigencias. Y fracaso, un año más, de una ganadería no apta para la emoción.

     Lo mejor de la tarde lo ha hecho Morante con su primero. Un toro de una sosería imperante al que el torero cigarrero logró exprimir sus nobles embestidas. Quizás, porque sintetiza fielmente el toreo. Y lo que hace resulta además de interesante, distinto. Como acontece siempre a un torero de fuerte personalidad, y el de La Puebla la tiene. Es realidad rotunda de una tauromaquia ejemplo de sensibilidad y talento.

     Así que con dos verónicas y la media ofreció pistas acerca de sus intenciones de componer una lidia basada en la mano derecha con la que hurgó en los resortes de la naturalidad y la torería. Toreó despacio y ofreció sensacionales pases de pecho. Incluso con la izquierda anduvo extremadamente sensible. Algunos naturales fueron tremendos, templados, hondos y colmados de inspiración. Con los molinetes, trincheras y otros adornos dejó demostrada la hondura creativa de su toreo. Todo apareció espontaneo y sencillo, siendo en verdad mucho más complejo de lo que aparentó. La espada resultó caída y parte del público valoró más la imperfección del acero que lo hecho y dicho por el genio. Y la oreja se esfumó.

     Con el cuarto, un adefesio de toro, manso y a la defensiva y, además, picado en demasía, desistió de inmediato. Fue visto y no visto. Toca esperar a la próxima.

     Manzanares ha demostrado que sigue siendo un torero de muchísimas posibilidades, pero hay que profundizar en ellas. Volvió la cadencia en unas verónicas con ritmo al segundo. Un toro mansito y sin calidad en sus cortas embestidas. Las chicuelinas de mano baja tuvieron sabor. Y poco más; algunos redondos con la derecha y mucha voluntad. Tras la estocada y un golpe de verduguillo la gente no se pronunció.

     Ni una gota de casta mostró el anovillado quinto que, pese a cuidarlo en varas, pasaba por las telas como alma en pena. Trazó muletazos el diestro de Alicante, pero sin atisbo de emoción. Y para mayor desgracia lo mató mal.

     Con la verónica, Pablo Aguado fue capaz de infundir ese momento de emoción contenida. El elegante y lento lance añadió el necesario punto apasionado para convertir lo hecho en el ejemplo que definió la autenticidad de un capote que rozó lo excepcional. Se intuía la sosería del noble toro tercero nada más prologar el sevillano una faena que no tuvo más que escasos detalles en un toreo a media altura, extremadamente sensible, que quiso hacerlo suyo antes de entregárselo al público expectante. Todo muy bonito, pero sin emoción. Con la espada, falló.

     El sexto adoleció de todo, Ni casta, ni fuerzas, ni nada. Eso sí, fue lo mejorcito en presentación. Pablo lo intentó todo con su acostumbrada naturalidad, e incluso quiso bajar la mano, pero ahí el toro claudicó. Así que corrida infame, plaza llena y público… contento por la rapidez en que sucedió la función. Algo es algo.


 AL NATURAL 

Culpables

Francisco Mateos.-

     Son culpables todos. El primero, obvio, el ganadero. No se puede venir a Sevilla con toros mal presentados, sin trapío para Sevilla, sin rematar, anovillados… impropios de una plaza como Sevilla en plena Feria de Abril. Le echaron cinco toros para atrás en los corrales. No sabemos (ni lo podremos saber) cuántos fueron ‘rechazados’ en el señalamiento en el campo. Hay informaciones que apuntan que incluso algunos no llegaron a dar el peso mínimo para plaza de primera categoría. Por lo tanto, sin adentrarnos en lo que llevaban dentro (que era la nada más absoluta), el primer culpable es el ganadero, porque ya es un fracaso no presentar una corrida acorde con la categoría de la plaza. Ha pedido perdón el ganadero tras el festejo, que por cierto venían toros de diferentes reatas, por lo que mayor es el fracaso. No basta con el perdón, sino con la autocrítica; a renglón seguido del perdón a los aficionados debió anunciar que el próximo año no lidiaría en la Maestranza, porque en sólo un año no va a arreglar el grave problema que tiene en su casa ganadera.

     Son culpables los toreros; los tres. Desde Morante hasta Aguado. Ellos saben qué hay en cada casa. Los tres exigen estos toros. Y los tres colaboran a esta estafa a los aficionados. También es culpable el empresario, que si bien trabaja los carteles bajo la presión de las figuras, debe marcar líneas rojas que no deben traspasarse.

     Son culpables los presidentes, que aprueban semejante insulto a lo que debe ser un toro bien presentado para una Feria de Abril. Si se tiene que llegar a una decisión extrema, se llega. Deben velar por los aficionados y su derecho a recibir un espectáculo íntegro, y no una pantomima de de Fiesta. Y más culpable que los presidentes, viciados por el paso del tiempo, seducidos y acomodados por el taurineo, los que los nombran, la Junta de Andalucía, que no sólo no ofrece información (¿sabremos qué pasó en el señalamiento de Juan Pedro en el campo? ¿informarán si hubo toros rechazados por falta de peso?), sino que además mantienen y renuevan a los mismos presidentes que siguen hundiendo la categoría de esta plaza.

     Y dos aristas más en este reparto de responsabilidades: la prensa y los aficionados. Es necesaria una profunda reflexión antes que no haya vuelta hacia atrás. La plaza está perdida en espectadores eventuales, ávidos de triunfos y de amortizar la cara entrada con la recompensa de las orejas. No hay criterios para valorar al toro, la suerte de varas, la colocación de la espada, la forma de ejecutar las suertes,… Y ahí la prensa tiene también una profunda labor de ayuda a la Fiesta.


 LA CORRIDA, AL COMPÁS 

Bajo aquellos tejadillos

Fernando Naranjo.-

Lo de Juan Pedro, hoy un fiasco,
y una falta de criterio.
Poned por favor remedio
y si es posible ipso facto:
seis mansos y negros gatos
para un cartel con vitola.
Sevilla sueña a deshoras
con sus ‘destellos y empaques’.
¡Vayan al caño zurraque
y confiesen sin demora!

Sin toros nunca habrá Fiesta
y eso lo sabe hasta el gato
mientras se lame un buen plato
y a su mente, rienda suelta.
Qué tarde tras de una siesta
y ajustarse la corbata,
hoy mi pluma se desata
ofendida en grado sumo
con razones, hoy presumo,
la corrida fuera ingrata.

Lo de Morante sin nombre,
cuatro lances y un despecho.
¿Morante ha tocado techo
y no hay dios que así lo nombre?
No habrá un escultor que lo obre
para un rincón sevillano
si se aflige de antemano
y entrega así la cuchara.
Quiéralo Dios y no lo haga
y aprenda a ser espartano.

El bueno de Manzanares,
el ‘empaque’ de Sevilla
siempre tangente, de orillas,
apuntando soleares.
No remata esos cantares,
sólo una dulce afonía
apunta una letanía
para sus fieles de siempre
que rezan para en septiembre
aporte toda hidalguía.

Sólo en rimas de Bécquer
subyacen sevillanías
y Aguado las componía
sin apremios, ¡que esto ofende!
Y hoy mis versos a su duende
pleitesía han de rendir;
y amable al Guadalquivir
hoy lo sedujo el torero
y en el capote al tercero
el río bogó feliz.

Aguado, un ‘seise’ becqueriano
sin alharacas, sincero,
luce terciopelo y fuego
y en las palmas de sus manos
lleva nardos sevillanos
alelíes y violetas,
impregnando su muleta
elixir lleva en su engaño.
Donde al girar hace daño
en torno a su estampa quieta.


 GALERÍA GRÁFICA (Pagés) 


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