Mala, por descastada y parada, la corrida de Alcurrucén de los hermanos Lozano. Sólo el diestro francés Sebastián Castella fue ovacionado tras los trasteos de sus faenas. Morante dejó algún lance de calidad y una gran media, demasiado poco para la tarde de expectación con plaza de ‘No hay billetes’. Tomás Rufo lo intentó.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Alcurrucén, bien presentados, nobles descastados y exageradamente parados. Soso y de anodina embestida, el primero; noble y sosote, el segundo; sin motor, el tercero; noble y parado el cuarto; manso que se apaga muy pronto, el quinto; noble sin fondo, el sexto.
ESPADAS: –Morante de la Puebla (de tabaco y oro), silencio y silencio.
–Sebastián Castella (de grana y plata), saludos y saludos.
–Tomás Rufo (de lila y oro), silencio y silencio.
CUADRILLAS: Saludó en banderillas José Chacón.
INCIDENCIAS: Lleno de ‘No hay billetes’.
Manuel Viera.-
Los toros de Alcurrucén fueron perdiendo fuelle, uno tras otro, hasta llegar al sexto. Toros de bonitas hechuras, nobles, pero sin una gota de casta en su sangre aguada. La bravura parecía desintegrada nada más asomar por la puerta de chiqueros. Desaparecida para convertirlos, quizá, en animal manso, apagado y lastimero, que ni siquiera le valen a los grandes artistas del toreo.
Desconcertante situación en tarde de máxima expectación. Con ese cartelito de ‘No hay localidades para hoy’, tan deseado por la empresa, luciendo en la puerta principal de taquillas. La Feria desanda el camino iniciado en el comienzo para llegar al desencanto de un público superado por los acontecimientos. ¿De quién la culpa?
A la sombra de su propio pasado, el toreo actual busca la inspiración en la empalagosa nobleza. Ingrediente que, lejos de permitir el auténtico triunfo, lo amordaza en una simple colección de pases, algunos de belleza desapasionada, otros banales y aburridos, y lo más antesala de un futuro incierto que evidencia que la emoción, sostén de las tardes de toros, puede acabar sesteando en los laureles.
Fue la tarde de los toros de la familia Lozano una pesadilla para el aficionado. Una tarde chusca y verbenera, de voces discordantes en los tendidos, de ovaciones a destiempo, de inepto vocerío pidiendo la devolución de un toro manso, de aplausos a los picadores por obviar la suerte de varas. Y así, de manera vulgar y sólo con el intento de la terna por sobreponerse a los acontecimientos toreando, pasaron dos horas y media de pesadez, toses catarrales y aburrimiento.
Porque Morante, unos de los grandes toreros actuales, y de todas las épocas, se estrelló con la falta de casta que mostraron sus dos toros. El primero, bonito por hechuras, se le quedó parado en un suspiro. Ni el detalle se recuerda en una lidia que no existió. Más ganas puso con el cuarto. Pero muy poco consiguió. Otro toro noble, de humillación en su embestida, pero muy pronto se le quemó el poco motor y se paró. Aquí sí se recuerda el dibujo de dos verónicas y la media, el trazo de un encantado muletazo diestro, algún que otro natural y molinete, y nada más. A los dos los mató fatal. Toca esperar a que llegue San Miguel.
Lo mismo vale para Castella. Muy seguro toda la tarde con sus dos toros. Pero cansino como él solo. Toreó despacio a la verónica al noble y soso segundo, al que no picó. Tuvo su momento el inicio genuflexo muy templado de inicio de faena. Todo lo demás fue querer y conseguir poco. Lo intento por ambos pitones, y ya al final consiguió hilvanar una serie diestra con cambio de mano al natural que gustó. Tras la estocada recibió una ovación. El manso quinto le valió en la muleta hasta que se apagó.
Con valor, y haciéndolo todo despacio consiguió hilar con la derecha templados muletazos que fueron rematado con buenos pases de pechos. También con la izquierda quedan grabados dos naturales larguísimos. Y aquí todo acabó porque el toro también dijo no. Con un espadazo casi entero lo finiquitó.
Y Tomás Rufo dejó muestra a la desesperada con dos muletazos diestros de puro clasicismo al noble y parado tercero, y amplió el toreo a derecha con el apagado sexto, al que le recetó no más de tres trazos hilvanados para que algún soñador del tendido los convirtiese en ese buen toreo que atesora el diestro toledano. Otra vez será.
LA CORRIDA, AL COMPÁS
El solemne Agüero
Fernando Naranjo.-
El cielo echó su capota
en tarde de farolillos
y allende aquel Baratillo
la corrida fue sosota
para no dejar ni notas
de estado sobresaliente.
Y suma y sigue el ambiente
abarrotando el tendido
sin barruntarse ofendido
presumiendo de prudente.
Tampoco de Alcurrucén
llegaron a las muletas
de afamadas coletas
que, trataron de estar bien
en un frágil ‘ten con ten’
para salvar los papeles.
Ante tan necios bureles
huérfanos de casta y celo,
y más parece un camelo
infiltrado en los carteles.
El empaque de Morante
con finos golpes de pecho
no nos queda satisfecho
este ciclo maestrante.
Aun con garbo y elegante
hoy dejó pegar al cuarto
y se acabó de inmediato
en manos de ‘su’ Iturralde.
Mas parece no importarle
seguir teniendo contratos.
Estuvo firme el gabacho
con ganas de, aquí agradar,
y en el quinto supo dar
un uniforme buen paso,
con cierto gusto y en cacho
trajo su navaja abierta.
Dispuesto a toda reyerta
que le surja en el camino,
tiene buen ojo y buen tino
sin mirilla su escopeta.
El ‘cateto’ de La Mancha
supo estar muy en torero
y afianzarse muy sincero
torero de banda ancha
que, asentado se escarrancha
tan joven, con magisterio.
Tendrá resuelto el misterio
como aprendiz superior
le deseo lo mejor
nunca le falten criterios.
Hoy el Tristán más cicuta
sonorizó con ‘Agüero’
y lo interpretó certero,
su batuta más astuta
que, en vez y en cuanto se oculta
para achicar la faena
con rigores de ser buena
a toreros sin contratos,
condenados al maltrato
por una villana alma en pena.