Centenario de la alternativa de Joselito

A un siglo de la Edad de Oro del toreo

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Alternativa de Joselito en la Maestranza.
Alternativa de Joselito en la Maestranza.

Se cumplen cien años de la alternativa de Joselito en la Maestranza, aunque no estaba prevista, pero una cornada primero en Bilbao y la lluvia después esquivaron el anunciado doctorado en Madrid. La confluencia temporal de dos colosos como Joselito y Belmonte supuso la ‘Edad de Oro’ del toreo.

Álvaro Rodríguez del Moral.-

     Joselito no tenía que haber tomado la alternativa en Sevilla el 28 de septiembre de 1912, hace 100 años ahora. Fue la tercera intentona. La ceremonia se había organizado el día 15 anterior en Madrid pero la inoportuna cornada que sufrió en Bilbao al estrenarse el mes frustró el primer intento. Aplazada al día 27, un fuerte aguacero caído sobre la capital de España volvía a aguar la fiesta. Pero ya no cabían más demoras: en las jornadas inmediatas estaba anunciado en Sevilla para actuar en las tres tardes de la Feria de San Miguel junto a su hermano Rafael y la agenda iba acumulando contratos que había que cumplir esa misma temporada. Sólo la casualidad quiso que la plaza de la Real Maestranza se convirtiera finalmente en el escenario de la alternativa del jovencísimo y prometedor Joselito, que contaba con diecisiete años de edad.

     Al anochecer del día 27 de septiembre, José y Rafael se embarcaron en el expreso con dirección a Sevilla, llegando con las claras del día. Un camarógrafo recogió los pormenores del viaje e inmortalizó a los dos hermanos saliendo de la casa de la calle Santa Ana del barrio de San Lorenzo liados en sus capotes de lujo antes de montarse en el coche de punto que les tenía que llevar a la plaza de la Real Maestranza. En el cartel original, junto a los Gómez Ortega, figuraba el nombre de José Gárate ‘Limeño’, compañero de tantas tardes novilleriles de Joselito. Una enfermedad le impidió comparecer en la Maestranza después de ver frustrada su propia alternativa, que tenía que haber coincidido con la de José en Madrid, dos semanas antes. El sustituto de Limeño fue Antonio Pazos, un diestro olvidado que sólo pasaría a la historia por haber estado presente en la efeméride.

     Los toros anunciados -que fueron de Moreno Santamaría- estuvieron expuestos en las vísperas de la Feria en la Dehesa de Tablada para que el público pudiera comprobar «el inmejorable estado de gordura y trapío en que se encuentran», tal y como rezaba el programa de mano de la época que también marcaba las 2,40 pesetas que había que apoquinar para acceder a la localidad más barata -Sol alto y bajo- y las 18 del ala que tenía que aflojar el personal más pudiente para acceder al que entonces era el sitio más caro y codiciado de la plaza: una delantera de palco.

     Las crónicas de la época recogen los pormernores de aquella corrida -que sólo duró una hora y veinte minutos- en la que el nuevo matador, vestido de gris perla y oro, fue sacado a hombros. El escritor Paco Aguado -autor de más documentada biografía del diestro sevillano- narra las fases de la faena de muleta del toricantano al que su hermano Rafael le cede la muerte del toro ‘Caballero’ después de alternar en banderillas: «Joselito abrió el trasteo con un pase cambiado a muleta plegada del que el toro salió suelto. ‘Caballero’, con muy escasa fijeza, no dejó de gazapear, y el nuevo doctor le hizo una faena movida y ligera, consistente en dos naturales, uno de pecho y dos molinetes antes de pinchar dos veces citando a recibir y cobrar, por fin, una estocada delantera al volapié». Ya era matador de toros.

     Los hermanos Gallo volvieron a alternar con Antonio Pazos en la segunda tarde de ese San Miguel -ésta vez con toros de Surga- y mataron mano a mano el encierro de Felipe Salas que cerraba el ciclo otoñal. Joselito era la gran novedad y sin solución de continuidad volvió a subirse en aquel humeante y traqueteante expreso que salía de la estación de Plaza de Armas para confirmar la alternativa en la Villa y Corte, y cumplir el compromiso suspendido por la misma lluvia que frustró su alternativa madrileña.

     El 1 de octubre se liaba el capote de paseo en la vieja plaza del camino de Aragón -en el mismo lugar que hoy se alza el Palacio de los Deportes- para hacer su cuarto paseíllo como matador de toros junto a su hermano Rafael, que también apadrina su confirmación de alternativa. En el cartel también figura Manuel Martín Vázquez, que hace las veces con Vicente Pastor. La corrida, de ocho toros, pertenece al histórico hierro ducal de Veragua. Joselito ya se codea de igual a igual con los grandes. Sólo faltaba un año para que la alternativa de Juan Belmonte -el mismo día que se retira Machaquito- terminara de abrir de par en par la la Edad de Oro del toreo.

     Un tiempo nuevo. En solo ocho temporadas, Joselito cambia para siempre el hilo y los fines del toreo sumando la estética y la particular concepción de los terrenos que aporta Juan Belmonte al que las últimas revisiones de la historia del toreo -ajenas a los tópicos y basadas en un análisis más riguroso- cuestionan ese papel revolucionario que no habría sido posible sin la arquitectura técnica legislada por José. Gallito preconiza el toreo moderno que acabaría imponiendo después de la Guerra Civil otro coloso imprescindible como Manolete, que bebe de esa fuente a través de Chicuelo, un torero tan frágil como fundamental.

     Es verdad que en su toreo se resume toda la historia, todos los hallazgos de la historia del toreo anterior. Pero Joselito no es una antología del pasado. El gran diestro de Gelves anuncia la ligazón que está por venir y pone las bases de lo que -desde entonces- se entiende por primera figura del toreo. La regularidad, el sentido de la responsabilidad y la superioridad profesional de José son el contrapunto a un Belmonte que abre nuevos caminos estéticos a un arte que pasa de ser habilidad u oficio a expresión artística.

     La irrupción de ambos -José y Juan o Juan y José- no es ajena a la eclosión de las vanguardias artísticas. Juntos emprenden un camino revolucionario que lleva a la Fiesta de los toros a su máxima expresión. Sólo fueron ocho temporadas que cambiaron para siempre el toreo. Pero… ¿y si no hubiera existido Talavera…?


*Publicado en El Correo de Andalucía.


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