REAL MAESTRANZA - 1ª Ciclo de San Miguel

Cuando el genio sueña, todos soñamos con él

0
1245
Morante, con la oreja cortada en el cuarto tras una memorable faena.

El diestro sevillano Morante de la Puebla impacta a la Maestranza con una faena al cuarto de la tarde llena de torería, gusto, personalidad y extrema belleza. Una faena que volvió loco a los tendidos sevillanos. Desrazada corrida de García Jiménez, con poco juego. Se justificaron Juan Ortega y Tomás Rufo.


 SEVILLA / Corrida de toros 

TOROS: Se han lidiado cinco toros de la ganadería de Hermanos García Jiménez y uno lidiado en sexto lugar de Olga Jiménez; de escaso juego en general, desrazados y con fuerzas justas.
ESPADAS: –Morante de la Puebla (de verde manzana y oro), saludos y oreja tras aviso.
Juan Ortega (de burdeos y oro), silencio y silencio.
Tomás Rufo (de tabaco y oro), saludos y silencio.
CUADRILLAS: Saludaron tras banderillear Sergio Blasco y Fernando Sánchez.
INCIDENCIAS: Tres cuartos de plaza. Al finalizar el festejo se cortó la coleta el banderillero José Antonio Carretero, que se retiraba de la profesión.


Antonio Girol.-

     Hay ocasiones en que a uno le es imposible expresar lo que ve, aunque ese uno sea un tío con facilidad de palabra. Y eso, generalmente, acontece cuando estás delante de algo sobrenatural. A mí me pasó cuando vi por primera vez en directo el cuadro de Las lanzas de Velázquez. Me acercaba, me alejaba, me ponía a media distancia solo era capaz de repetir como un mantra: ¡qué maravilla!, ¡qué maravilla! ante la majestuosidad de la obra del pintor sevillano.

     Hoy me ha pasado algo similar viendo a Morante de la Puebla en la Maestranza ante un medio toro de Matilla protestado en el primer tercio y que hacía cosas de burriciego. El mismo defecto visual que dicen que tenía ‘Bailaor’, de la viuda de Ortega, el que mató a Joselito en Talavera. El torero al que Morante honra cada día y más si cabe en esta temporada centenaria. Y al que hoy ha encumbrado y emulado en el coso del Baratillo, la plaza en donde el hijo chico de la señá Gabriela escribió los mejores pasajes de su corta vida.

     En ese mismo templo, esta tarde de 23 de septiembre, vestido de verde manzana y oro, José Antonio Morante de la Puebla ha bordado el toreo con la diestra y ha esculpido una faena al natural de las que se hablará mucho más conforme pase el velo del tiempo y se asiente en la memoria.

     Porque entonces aún parecerán más sutiles las chicuelinas del quite en medio de la bronca al palco por no mandar al cuatreño a los corrales. Y todavía más barrocos los ayudados a dos manos del inicio de faena de muleta. Pero lo que perdurará inalterable en la memoria serán los derechazos ligados, con las plantas asentadas en el albero, acompañando las embestidas con la cintura y mandando con las muñecas, como toreaban los clásicos, como torean los maestros. Hubo momentos en que toreó tan despacio que se oía crujir la tela rozando la arena.

     Pero lo verdaderamente grandioso vino con la izquierda, el pitón por el que el astado desparramaba la vista y sólo le dejó probar una serie a mitad de labor para regresar de nuevo a él una vez que el burel estuvo ahormado. Y ahora, ¡ay amigo!, cargando la suerte cinceló los naturales entre roncos olés y saltos de los aficionados en los tendidos que no podían seguir aquella faena sentados. Entonces empezaron a caer sombreros: primero un panamá, luego otro, y uno cordobés. Y no lanzaron chaquetas porque el sol picaba lo suyo y la mayoría iba con guayabera.

     Faltaba el broche final, el imperecedero en la memoria: los derechazos de frente, a pies juntos. Se desató el delirio de tal manera, que yo, como cuando vi el cuadro de Velázquez, solo podía decir: ¡qué maravilla!, ¡qué maravilla! ante la majestuosidad de la obra del torero cigarrero.

     Lo que certifica cómo fue la faena se resume en que con dos pinchazos y una entera le pidieron, y concedieron, una oreja ¡en Sevilla!. Si llega a matar a la primera, no sé qué hubiese pasado. Bueno, sí lo sé; y también el presidente.

     Como también sé que el recibo de capote al abreplaza, tan cadencioso, tan volandero ese capote, tan mecido y tan ahormada y encajada la figura, fue una oda a la verónica y una losa para Juan Ortega, al que aquella exhibición le pesó como toda la tarde. Se adivinó en el quite al primero, que resultó deslavazado. Y se sintió en sus dos toros, ante los que no pudo más que derrochar voluntad. Hay que decir también que del lote ninguno sirvió para su toreo, pero es que tampoco valía el de Morante…

     Cerraba la terna, Tomás Rufo que es tan técnico en todo lo que hace que incluso le resta expresividad. Eso no quita para que sea un excelente torero, pero en un registro diferente, que está bien que también haya diestros de ese palo para que cuando ocurre algo tan histórico como lo de Morante en el cuarto, adquiera mayor relevancia. El futuro de Rufo se antoja, si nada lo quiebra, fabuloso porque tiene ese aquél que tienen los toreros de su tierra: el de poseer una muleta tan poderosa como la que en su día tuvo don Pablo Lozano, ‘la muleta de Castilla’.


 AL NATURAL 

Desgaste emocional

Francisco Mateos.-

     Nadie podía imaginar lo que sucedería en el cuarto, excepto Morante, que pidió tranquilidad a público y cuadrillas cuando el toro parecía algo descoordinado o que desparramaba la vista y le puso en algún aprieto por el izquierdo. Las protestas subían de tono pero Morante hizo un quite por chicuelinas espectacular en las formas y en el fondo, como el que no hace nada. Brotó natural sin preparación. Logró mantener al toro en el ruedo, que era una birria de toro en todos los aspectos. Y nada más coger la muleta cinceló una obra de arte que ya habrán conocido por la crónica del compañero; única, distinta y excepcional.

     Con un toro que no valía nada, y hacer lo que hizo Morante desde el primer muletazo requiere de un sobresfuerzo. Y no digo ya físico -que también-, sino emocional. El desgaste emocional, el vaciar el alma en cada muletazo, la expresividad de todo lo que se hacía, desde la posición del pie, la barbilla, la forma de la boca o el pincel de los brazos; todo eso requiere un enorme esfuerzo de mente y alma. Por eso, porque Morante sabe hacer estas cosas como nadie, porque faenas como estas son las que necesita el toreo, no más de 20-25 faenas en la temporada como esta por los matadores que sean capaces de hacer algo tan único, no termino de entender por qué el empecinamiento este año de Morante en sumar y sumar. Desde fuera, al menos, parece que el sumar va en detrimento de la calidad cuando se trata de toreros de este portento artístico. Y eso que le está saliendo bien, porque ha logrado un amplio número de faenas excepcionales.

     Tras lo realizado hoy por Morante, en 48 horas otra vez en la Maestranza. Y estaremos encantados, como encantados hubiéramos estado si torea las tres de San Miguel. Pero un genio como Morante, un orfebre del toreo, un poeta de los lances… necesita recuperar el alma de tanto desgaste emocional, que además pasa factura también al desgaste físico. Hacer una obra de arte cansa. Seguro. Una cosa es torear muy poco, pero otra sumar más de la cuenta, porque el toreo nunca ha entendido de números, aunque sean necesarios. Morante debe repensar. Obras como las de hoy son efímeras, única, a cuentagotas… le vacían por dentro. Hay que dar tiempo a recuperarse del desgaste emocional.

     El domingo le obligaremos a saludar los sevillanos desde el tercio nada más termine el paseíllo. ¿Un rabo? Qué más da que no lo certificara con la espada. Morante rompe números y lo que se le ponga por medio. Como ha roto esta tarde los esquemas del toreo.


 GALERÍA GRÁFICA (Pagés) 

Dejar respuesta

12 + diez =