REAL MAESTRANZA - Novillada de abono

Difícil tarea jugársela a una apuesta

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Rodrigo Molina.

Los tres novilleros debutantes en la Maestranza en la jornada dominical, Santana Claros, Lagartijo y Rodrigo Molina, han sido ovacionados con la mansa y descastada novillada de la ganadería de Villamarta. Poco público en el festejo de abono en los tendidos maestrantes. Casi tres horas de aburrimiento.


SEVILLA / Novillada con picadores

NOVILLOS: Se han lidiado novillos de la ganadería de Villamarta, aceptables de presentación, mansos, descastados y flojos; el tercero, lidiado como sobrero.
NOVILLEROS:Santana Claros (de verde y oro), silencio tras aviso y saludos.
Javier Moreno ‘Lagartijo’ (de azul y oro), saludos y silencio.
Rodrigo Molina (de coral y oro), saludos tras aviso y silencio.
CUADRILLAS: Saludaron en banderillas Manuel Fernández y Ángel Luis Carmona.
INCIDENCIAS: Un tercio de plaza. Lagartijo fue atendido en la enfermería de «contusión en bíceps braquial izquierdo y región axilar, presentando dolor local y déficit braquial leve por contusión del plexo. No afectación de movilidad articular. Tratamiento antiinflamatorio tópico y por vía general. Pronóstico leve. No le impide continuar la lidia”.


Manuel Viera.-

    De una vez por todas algo hay que hacer. Quien le corresponda debe estudiar, sin más demora, la posibilidad de acortar la durabilidad del festejo. De anular los absurdos tiempos muertos de un espectáculo que si, además, carece de la emotividad que lo sustente se hace insoportable, insufrible, inaguantable para el espectador. Hace tiempo que en la Maestranza el tiempo medio de una novillada, o corrida de toros, no es menos de dos horas y media. Si, además, se sufre la inoperancia de la manada de bueyes en la devolución de las reses o, por el contrario, la recreación del triunfador en la vuelta al ruedo, la duración del rito llega a las tres horas. Inaudito.

     Tres horas sin toros, sin toreo, sin un atisbo de emotividad en el quehacer de tres debutantes, escasamente placeados, que llegaron a la Maestranza con la carga de la ilusión y el sueño del triunfo y se fueron cariacontecidos sin cumplir el objetivo. Difícil tarea la de jugársela a una sola apuesta. Y tiene mérito que Santana Claro, que es poseedor de un toreo tan interesante como expresivo, atisbara la despaciosidad en el toreo de capa con el noble, flojo y descastado primero de Villamarta. Que dibujara, uno a uno, el natural y que intentara con la diestra una ligazón que no llegó.

     Tuvieron mérito las tres verónicas y la media con la que saludó al cuarto, otro novillo sin fuerzas al que se quedó sin picar y con el que tuvo momentos en los que mostró su elegante forma de torear. Fue faena con más voluntad que acierto, con más ganas que acople, con más postura que verdad. Pinchó al primero y finiquitó al cuarto de un espadazo caído.

     Lagartijo arriesgó con el manso y rajado segundo en una lidia de valor y con un toreo enérgico y efervescente, pleno de sacudidas, pero vital en la difícil y complicada acometida. Prologó de rodillas a un novillo sin fijeza, y sólo le aguantó dos muletazos y el de pecho en un inicio vibrante y de emocionante embestida. Después todo se hizo intermitente, muy desigual a pesar de las inmensas ganas, del valor, de ese otro aguante en las repetidas tarascadas de un utrero que le cazó debajo de la axila y le hizo pasar dolorido por la enfermería.

     Casi imposible lo tuvo también con el complicado, por encastado, quinto. Garra e impotencia al no alcanzar su objetivo. No obstante, consiguió de la rebrincada embestida hilvanar algunos muletazos diestros en una faena en la que demostró actitud y enormes ganas de agradar. Tumbó al segundo de estocada y al quinto lo pinchó antes de dejar la espada en los bajos.

     Rodrigo Molina lidió el tercero como sobrero tras ser devuelto el titular por su escasa fuerza. Y no fue bueno este otro ‘villamarta’ de sosas acometidas que iban y venían sin ninguna clase. Al debutante sevillano se le apreció su falta de rodaje en una lidia de clara tendencia hacia fuera y demasiado lineal. Con el sexto, un novillo muy a la defensiva por su falta de fuerzas, consiguió no más que aislados y templados muletazos en una faena demasiada enganchada.

     Anochecía tras casi tres horas de insufrible espectáculo. Algo tiene que cambiar.


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