Pobre balance de una oreja para Román en el tercer astado de la tarde, único premio en otro festejo de toros deslucidos y parados. Curro Díaz toreó muy bien de capote y sufrió una fuerte voltereta de la que salió milagrosamente sin cornada. Rubén Pinar fue ovacionado. Los toros de Fermín Bohórquez decepcionaron.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Fermín Bohórquez, aceptables de presentación, nobles, descastados y parados.
ESPADAS: –Curro Díaz (de negro y oro), saludos y saludos.
–Rubén Pinar (de burdeos y oro), saludos y saludos.
–Román (de azul y oro), oreja y silencio.
INCIDENCIAS: Un tercio de plaza.
Manuel Viera.-
Entre los altos y bajos de una faena en ‘zigzag’ no faltaron perlas de emoción. Casi perfectas. Porque Curro Díaz sintió el toreo por momentos. Y ese momento de emoción se apercibió en cada uno de los lances a la verónica. Todos fueron válidos. Pero, sobre todo, en cuatro de ellos surgió la inspiración de un torero único cuando decide hacer el toreo con el capote. Finura de estilo y complaciente despaciosidad. Eso que ha hecho el jiennense ha sido la cima del toreo a la verónica en una tarde que, después, transcurriría anodina. Otra más en la que el toro sin la casta necesaria para embestir se ha llevado el protagonismo de la cuarta corrida del abono sevillano.
Pero fue ahí, en el comienzo de la primera lidia, cuando la lentitud del lance se convirtió en la obsesión del torero por recrear la verónica. En elevarla a lo máximo como motor de inspiración cuando con ella quiso parar el tiempo y acabar con una media de superior nota. Sólo esto alcanzó un cierto interés. Quizás porque, después, casi todo resultó agradablemente conformista. Al menos esa fue la apariencia de una faena que se reveló escasa de imaginación. De todas formas, Curro Díaz dejó claro que es un torero con gusto. Lo mostró en escasos detalles con la izquierda en la que le dibujó el natural a una embestida agotada y parada. Y hasta sufrió una fea cogida que, a Dios gracia, no tuvo graves consecuencias.
También su segundo toro, el cuarto de la descastada corrida de Fermín Bohórquez, tuvo tan escaso recorrido que muy pronto se le paró. Antes intentó torear despacio con la diestra y hasta dejó la muestra de un par de naturales con sello propio. Mató con prontitud y en ambos toros le ovacionaron.
A Rubén Pinar no le valió ninguno de sus dos toros. Nada le pudo hacer al segundo, un toro que dijo no acometer desde el inicio. Un animal a la defensiva con el que el torero de Albacete echó de oficio y poco más. Tampoco con el quinto, de iguales características, pudo hacer nada de interés. Infinidad de pases ante un público en silencio y deseoso de que aquello tuviese un final. Dos estocadas y dos ovaciones.
El tercero de Bohórquez lució bonitas hechuras, e incluso embistió al cite largo de Román. Fueron en estas primeras embestidas en las que el valenciano consiguió lo mejor con la derecha, hilvanó muletazos que abrochó con jaleados pases de pecho. Parecía poderle al genio -más que bravura- que mostraba el cornúpeta. Pero todo se diluyó con la izquierda. Unas bernardinas finales calentaron a la gente que, tras la estocada, le pidió una oreja que la presidenta no tuvo duda en conceder.
El sexto fue un negado de calidad. Román quería más y se fue delante de la puerta de chiqueros para lancear al toro de salida con una larga cambiada de rodillas, pero ahí quedó todo. Mostró ganas y firmeza ante una res complicada y a la defensiva. Hasta le bajó la mano en un intento de someter la embestida, pero todo acabó en nada. Pinchó y le aplaudieron al final.
AL NATURAL
Decepción
Francisco Mateos.-
Escaso balance deja la corrida de toros de Fermín Bohórquez, la que vino a taponar la abrupta salida de La Quinta cuando estaba cerrado el trato por desajustes de última hora en lo que el ganadero entendía incumplimiento de las condiciones apalabradas con la empresa. Sólo ellos sabrán las interioridades de la negociación e incumplimiento, pero perdimos todos. Los astados de Bohórquez, desigualmente presentados, con algunos de buen trapío para Sevilla y su Feria de Abril, pero otros por debajo del límite mínimo. Y su juego decepcionó, descastados, con poco fuelle y parándose.
El extraño cartel combinatorio hizo lo que pudo con tan decepcionante materia prima. Salió victorioso Román, que metió en el canasto a un toro berreón hasta que le plantó cara en las afueras y con la muleta adelantada, citando con distancia y le ligó tandas de derechazos vibrantes; por el izquierdo se la jugó a pesar del evidente peligro. La calidad la puso Curro Díaz al manejar el capote de modo primoroso; también se llevó una muy peligrosa voltereta y se libró de una cornada segura por un milagro. Rubén Pinar, tosco y seco, no dejó recuerdos.
Escaso público. Sevilla sigue sumida en una crisis identitaria de aficionados. Los tendidos de la Maestranza serán ocupados a partir del jueves de forma masiva con la llegada de los toreros de nombres importantes; un público fluctuante, variado, ocasional… Pero se ha perdido definitivamente ese gran valor seguro que eran los abonados de Sevilla, ese tesoro que era el referente corrida tras corrida para poner las cosas en su sitio. Y parece que no hay marcha atrás. Los tiempos han cambiado.
GALERÍA GRÁFICA (Pagés)