OPINIÓN.- La incomodidad de las plazas de toros

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«…Puede ser que la comodidad esté reñida con la estética, pero seguro que las necesidades de aforo pesan más. A mayor comodidad, menos espacio, menos personas y, o menos recaudación, o más caros aún los precios. No sé, no sé, quizás lo mejor es que nos quedemos como estamos y que se fastidien los riñones. Otro día hablaremos de los precios…»


FOTO: TorosComunicacion.

Ignacio Sánchez Mejías.-

     La mayoría de las plazas de toros son realmente incómodas. La Maestranza no se queda atrás. Cuando el abono avanza, los comentarios de los vecinos de localidad versan, recurrentemente, sobre los dolores de espalda después de muchas tardes de sufrimiento. El de atrás te mete las rodillas en los blandos y tú haces lo mismo con el de delante en un afán infructuosos de huir del de atrás. Muchas de las bajas del abono en tardes sin expectación son para descansar 'los riñones' y algunos abonados se han dado de baja definitiva por no soportar el suplicio diario que supone mantener dos horas y media cada día la espalda recta.

     Muchas veces me he preguntado si es posible hallar una solución a esto. Otros espectáculos han procurado cuidar al espectador: hay cines más cómodos que el salón de mi casa. Incluso los responsables de los estadios de fútbol han hecho un esfuerzo de modernización con sillones, aunque sean de plástico, calefacción,… Pero la mayoría de las plazas de toros no. Se podría hacer un escalafón de incomodidad, en el top la de Jerez.

     Hace unas fechas, escuchando a mi profesor Pedro Romero de Solís en una conferencia, intuí una pista de por dónde podrían venir las razones de esto. Dijo que el diseño original de la Maestranza era para 15.000 personas, en una Sevilla que entonces contaba con 75.000 vecinos. Y vino a concluir que si se restaban los curas, los pobres, los niños, los enfermos y las mujeres (sólo las cigarreras iban a los toros), resultaba que se había proyectado la plaza para que fueran a ella la totalidad de los habitantes de la ciudad. En aquellos tiempos nadie pensaba en la comodidad del pueblo, que no se consideraba en términos de espectador.

     Puede ser que la comodidad esté reñida con la estética, pero seguro que las necesidades de aforo pesan más. A mayor comodidad, menos espacio, menos personas y, o menos recaudación, o más caros aún los precios. No sé, no sé, quizás lo mejor es que nos quedemos como estamos y que se fastidien los riñones. Otro día hablaremos de los precios.

*Publicado en el blog "Desde el tendido" de ABC-Sevilla / Ignacio Sánchez-Mejías es economista, auditor de cuentas, socio de RSM Gassó Auditores y profesor asociado de la Universidad de Sevilla.

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