REAL MAESTRANZA - 3ª Ciclo de San Miguel

Un elegante Marín y un emotivo Aguado cortan oreja

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Ginés Marín y Pablo Aguado, con las orejas ganadas esta tarde en la Maestranza.

Ginés Marín y Pablo Aguado han paseado una oreja de sus respectivos primeros toros ante el desigual comportamiento de la corrida de Juan Pedro Domecq. Morante de la Puebla, sin opciones; tuvo que saludar tras el paseíllo por la gran ovación del público en recuerdo de su faenón del viernes.


 SEVILLA / Corrida de toros 

TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq, de aceptable presentación y comportamiento desigual. Inválido el primero; encastado el segundo; noble y con calidad en sus embestidas el tercero; malo sin paliativos el cuarto; a la defensiva el quinto; con genio y muy complicado el sexto.
ESPADAS: –Morante de la Puebla (de grana y oro), silencio y silencio.
Ginés Marín (de azul marino y oro), oreja y silencio.
Pablo Aguado (de burdeos y oro), oreja y silencio.

INCIDENCIAS: Casi lleno. Tras finalizar el paseíllo el público puesto en pie ovacionó a Morante obligándolo a saludar desde el tercio.


Manuel Viera.-

     A estas alturas parece que no hay toro que se le resista a quien desborda límites para ajustarse únicamente a su genial concepción del toreo. Ya sea inyectándole la emoción del valor o rememorando a los grandes de épocas pasadas, Morante volvió a superar con nota este otro envite en su plaza de la Maestranza con un toro malo. Un toro muy complicado, de embestida corta e incierta, con el que resumió con capote y muleta la mágica sencillez de su toreo. Esta vez con detalles de reminiscencias gallistas y ese poder que atesora para hacer cómplice de su toreo a todo el que le ve.

     Detalles y momentos con el cuarto de Juan Pedro, un toro malo al que se impuso a base de colocación, valor y torería. Lo único que ha podido mostrar el diestro de La Puebla en la última y sexta comparecencia de su excelente temporada de 2022 en la plaza de toros de Sevilla. Porque con el inválido primero desistió de inmediato ante un toro sin fuerzas que se paró en los inicios de faena. A ambos los mató muy mal.

     Lo hecho por Ginés Marín al encastado y noble segundo se inscribió en esa línea de clasicismo elegante y pulido que caracteriza las formas del joven torero nacido en Jerez. Dotó de argumentos una serie de muletazos diestros de mano baja en los que el temple acarició con despacioso ritmo la embestida. Fue una lidia sostenible por la izquierda de quien acostumbra a comunicar su toreo a través de la despaciosidad del natural hoy mostrados en interesante faena que supo rubricar con media estocada, suficiente para conseguir la oreja.

     Marín lo intentó todo y puso su actitud para agradar. Algo imposible con el quinto. Un toro a la defensiva y sin un ápice de calidad en las acometidas. Dos pinchazos precedieron a la media estocada con la que le mandó al desolladero.

     El toreo de Pablo Aguado se desgranó por medio de un pulso rítmico y elegante ante el tercero, un buen toro de Juan Pedro Domecq. Fue toda una armonía en los muletazos diestros enriquecidos por la ligazón. Y un ramillete de monumentales, hondos y lentos naturales de muleta a rastras, que se fundieron con notables pases de pecho, tuvieron el interés de lo auténtico. Momentos plenamente emotivos en una lidia de calidad elevada. En todo caso, el toreo irrumpió y la gente lo gozó. Hundió la espada y paseó la oreja.

     El sexto fue un toro con genio y bravucón que no le dio facilidades al diestro sevillano. Los molestos y continuos cabeceos hicieron imposible cualquier atisbo de faena. No obstante, utilizó Pablo todos los recursos sin obtener nada bueno a cambio. De estocada lo finiquitó.

     En el recuerdo ese toreo que es ritmo y misterio. Ese sentimiento dislocado y enrarecido que crece como una enredadera que atrapa y posee. Esa cumbre de Morante en la primera corrida de este corto ciclo de San Miguel que hoy puso su fin.


 AL NATURAL 

No hay dos sin tres

Francisco Mateos.-

     Dos orejas dice la ficha del festejo que se cortaron. Dos faenas que bien pudieron quedar sin premio, más allá de una vuelta al ruedo con todos los honores y la importancia de un ruedo como la Maestranza, que no es poco; no quedará en el recuerdo durante mucho tiempo los trasteos benévolamente premiados. Dos faenas a modo de un público que quiere diversión y que echa la vista muy por encima de la suerte de matar, entre otros detalles. Estuvieron bien Marín y Aguado, pero ninguna de las dos faenas, de la forma que fueron certificadas, merecieron el premio de la oreja. Todo a favor, incluyendo a un presidente que mantiene inválidos como el primero.

     Y es que la gente ya venía sabiendo a lo que venía. Es la tercera de Juan Pedro Domecq este año y la lección está aprendida. Pero este venenillo del toreo es así de masoquista, nos flagelamos cada tarde… porque siempre nos queda el clavo ardiendo al que asirnos por el «y si uno se equivoca…». Pues no; no se equivocó ninguno de los de Juan Pedro. Una corrida infumable. Pero había que darle esa ovación a Morante que ya anuncié ayer. Sevilla es así, y bien que es así. Ovación de gala para el de La Puebla nada más deshacerse el paseíllo en agradecimiento a que nos dejara un homenaje al toreo mágico y puro que nos enseña a diferenciar de lo que es y de lo que no es.

     Y volverá a anunciarse Juan Pedro la próxima temporada. Y volverán a apuntarse las figuras; el mismo José Antonio entre ellos. Y es que el toreo es así; o más bien, el toreo está así, porque perfectamente podría ser de otra forma. Pero esto ya no hay ni quien ponga orden, con una autoridad sometida a los caprichos. Se ha llegado a lo de las lentejas: o las tomas, o las dejas.


 GALERÍA GRÁFICA (Pagés) 

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