REAL MAESTRANZA - 3ª Feria de Abril

Un gran Perera, a hombros por la Puerta del Príncipe

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El diestro extremeño Miguel Ángel Perera logra salir a hombros por la Puerta del Príncipe por primera vez, tras veinte años de alternativa.

El diestro extremeño Miguel Ángel Perera ha cortado tres orejas y logra salir a hombros por la Puerta del Príncipe tras veinte años de alternativa. Le cortó una oreja a su primero y las dos orejas del gran toro cuarto de la ganadería de El Parralejo, premiado con la vuelta al ruedo. Borja Jiménez paseó un apéndice. Paco Ureña, ovacionado.


 SEVILLA / Corrida de toros 

TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de El Parralejo, bien presentados, nobles y bravos en distintos grados. El mejor, el cuarto, premiado con la vuelta al ruedo. Encastado, el primero, noble y con calidad el segundo: con poca fuerza el tercero; de gran clase en sus nobles acometidas, el cuarto; soso y distraído, el quinto; complicado y sin humillar, el sexto.
ESPADAS: –Miguel Ángel Perera (de verde y azabache), oreja y dos orejas.
Paco Ureña (de grana y oro), saludos y silencio.
Borja Jiménez (de gris perla y oro), oreja y saludos.

INCIDENCIAS: Media plaza. Salió a hombros por la Puerta del Príncipe, tras cortar tres orejas, Miguel Ángel Perera


Manuel Viera.-

     He aquí un alarde de buen torear, de atrapar la embestida y llevarla embebida en la tela hasta el final de un largo e irresistible viaje. Miguel Ángel Perera posee ese poder. Tiene, pues, en grado sumo la cualidad de saber torear. De mandar, templar, reducir la velocidad del toro. Un toreo, a un gran toro, que fue intuido y disfrutado, y con el que expresó un concepto muy particular con el poso que dan veinte años de alternativa. Un toreo que le permitió crear. Un toreo de impecable valor que recrea con ejemplar profundidad sin caer en el mínimo atisbo de vulgaridad. Así logró comunicar su obra a través de ese leguaje de la verdad.

     Con la enorme calidad de la embestida de ‘Oloroso’, lidiado en cuarto lugar, ejecutó una tauromaquia única con la que enjoyó una lidia de templadísimos muletazos diestros, ora con las dos rodillas en tierra, ora en la verticalidad de una figura quieta y cimbreante como un junco. Toreo fundamental para construir la felicidad de toda una plaza. Faena con argumentos suficientes para hacerla exclusiva en otra gran tarde de toros.

     Porque la corrida de los herederos de Pepe Moya, tan pareja de hechuras, como seria, noble y brava, tuvo calidades para que en ese instante preciso, al borde de lo maravilloso, naciese el toreo. Tan efímero, tan perfecto tan impecablemente trazado con esa mano derecha dominante empeñada en romper el plano del infinito. Todo hecho por un torero en plena lucidez artística e intensidad inusual en él. El extremeño regaló una lidia con marchamo de verdad y belleza, Una obra firmada de manera contundente con la espada que le posibilitó el corte de las dos orejas que, sumada a la conseguida con su primer toro, le abrió de par en par la Puerta del Príncipe que, durante 20 años, tanto soñó.

     Al complicado, por encastado, primero de El Parralejo le bajó la mano, arrastró la muleta para así conseguir dominar las difíciles acometidas. Hilvanó naturales que despertaron los sentidos y, sobre todo, la capacidad de imaginar. Los de pecho fueron extraordinarios y los redondos colmados de una quietud desesperante. Como el acero entró como un obús la petición se masificó y el presidente accedió a conceder el premio.

     Esa melancolía que refleja el rostro de Paco Ureña llega al alma y se tiñe de tristeza cuando el público no conexiona con su toreo. Al poseedor de la pureza, que se vació para aumentar la intensidad de una faena desarrollada de manera inteligente a un toro noble, mermada sus fuerzas tras la voltereta sobre los pitones al inicio de la lidia, la gente no lo comprendió. Ni se enteró de unos naturales hondos, lentísimos y bien rematados. Ni de esa verticalidad ralentizando la embestida en el trazo con la izquierda, ni esos detalles torerísimos por bajo y de trinchera con los que epilogó una faena hilvanada y de momentos interesantes, ni de la estocada con la que mandó este segundo toro al desolladero. Este público facilón y populista de pañuelos al aire en tardes de figuras, no lo sacaron para un torero merecedor de mejor trato.

     El desánimo de Ureña le pudo en la lidia del quinto, un toro soso y distraído con el que le fue difícil trazar faena. Entró el acero para finiquitar el toro y su particular y corta feria.

     Se fue a los medios para brindar, se le arrancó el toro y sin descomponerse, con la montera en la mano, le endiñó cuatro naturales que desataron las primeras emociones, y después brindó. Nostalgia de lo igual hecho una tarde en la Maestranza por el entonces novillero de Utrera, Joaquín Díaz. Borja Jiménez hizo gala en todo momento de una tauromaquia sólida y de una capacidad y ambición peculiar. Y así fue construyendo con el tercero, otro buen toro aunque con escasa fuerza, una lidia digna de su talento. Sobre todo en la valiosa versión del natural. Creó cada trazo con una hondura y profundidad asombrosa, lentísimos lo remates de pecho haciendo un toreo con la izquierda realmente expresivo. Acabó con remates por bajo antes de dejar el acero hundido. En este caso sí hubo petición de oreja que el palco concedió.

     Ante el sexto tenía el objetivo de salir en volandas junto a Perera. No le faltó la ambición ni el valor. Caminó para hincarse de rodillas delante de chiqueros e iniciar una lidia complicada por la falta de humillación del toro. De todas formas se quedó muy quieto en el inicio de faena para torear por alto hasta conseguir una lidia, no contundente, pero sí de enormes detalles de buen torero. Le quedan aún dos tardes más. Merece la pena esperar.


 AL NATURAL 

Cuando el toro se mueve

Francisco Mateos.-

     La Feria de Abril de este año está rodando a unos niveles de interés e intensidad desconocidos. En todas las corridas ha habido triunfos. Y la clave de ello -al margen de la disposición de los toreros y su preparación- es la materia prima: el toro. Sin toro, no hay torero… ni Fiesta. Las corridas de toros se están moviendo, con mayor o menor bravura, pero hay movilidad. Mientras el toro aguante, ya serán los toreros los que tengan que armar faena y emocionar. La mínima exigencia a un toro es su fortaleza física para superar la faena. Después vendrá ese laboratorio de los alquimistas de la bravura, ganaderos que deben ir seleccionando y conservando la bravura en los astados.

     Se le ha dado la vuelta al ruedo al cuarto toro de El Parralejo. Ha sido un gran toro. Cierto que ha sido muy manejable, con movilidad, y que iba y venía hacia donde la poderosa muleta de Perera lo desplazaba y embarcaba. Bien dada está por esa virtud tan deseable de la movilidad. Lo que no se entiende, en comparación, es que 24 horas antes no tuviera el quinto toro de Santiago Domecq el mismo tratamiento, un toro que hizo vibrar aún más, con más transmisión.

     Migue Ángel Perera recoge el premio gordo que ha ido amasando durante veinte largos años de alternativa. La madurez de su toreo con el valor intacto de aquel jovencito extremeño. Excelente tarde de Perera, que reclama de nuevo su lugar en carteles de ferias. El sevillano Borja Jiménez dejó carta de presentación de altos objetivos para esta Feria de Abril. Viene a por todas.


 LA CORRIDA, AL COMPÁS 

Y acudieron las Valquirias

Fernando Naranjo.-

Los toros de El Parralejo
no pudieron a los Domecqs
lidiados en el día de ayer.
Les quedaron algo lejos
dice mi saber de viejo
por amor a nuestra Fiesta.
Y no lo soñé en mi siesta;
fue real y ante mis ojos,
y a nadie sirva de enojos
mis decisiones honestas.

Sevilla con el lorquino
anduvo fría y austera,
sigue bruja y canastera
por un mandato divino.
Si no gusta, ¿por qué vino
a ocupar un frío escaño?
El torero acusa el daño
y se lo mete ‘pa’ dentro,
donde aquellos sentimientos
se enjugan en rojos paños.

Alegre y burbujeante
del Aljarafe el rubiacho
se ciñe por siempre en cacho
en su toreo garante
que gusta, cual cante grande,
en las peñas más taurinas.
Esas que eluden rutinas
y renuevan su sentir,
como aquí el Guadalquivir
sufre al niño de Espartinas.

Perera volvió a Sevilla
con generosa prudencia,
eludiendo la indulgencia
y sin pasar de puntillas,
él se postró de rodillas
y le pudo a dos torillos.
Dos bajos animalillos
cosidos a su muleta;
así lo vio su poeta,
dos bajos y oscuros grillos.

Su concepto wagneriano
impone fiel su criterio,
conocido magisterio
de carácter pretoriano
al bajar firme sus manos
y arrastrando la franela
no hay toro al que no le pueda
disipar pronto la niebla,
siendo arcángel de La Puebla
esta rima está a su vera.


 GALERÍA GRÁFICA (Pagés) 

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