Debut y triunfo de Nazaré en Pamplona

Llegado para torear y triunfar

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«…Un sevillano irrumpió en el estruendo de cánticos y sonidos. Su valor y calidad artística están en el vehículo del que se sirvió para transmitir verdades que sorprendieron por su ejecución. Y el público pamplonés se sintió recompensado por una tauromaquia que hizo del natural lo que antes hizo a la verónica: convertirlos en espejo de su realidad…»

Manuel Viera.-

     Todo me invita a reflexionar sobre lo visto. Es decir, lo que ha salido por la televisión desde las plazas de Madrid y de Pamplona en estos últimos días de citas taurinas. Lo conmovedor es que la seriedad e integridad del toro siga reivindicándose para ciclos, cosos y toreros de primera con escaso logro. Lo patético -o doloroso- es que se haya perdido por completo el norte y lo reivindicado sea para los que comienzan, para los bisoños, para los que van a la desesperada a la más importante plaza de toros de España a modo de salir del ostracismo dando el ‘puñetazo’ en Las Ventas.

     Esta claro que mi deseo, y posiblemente el de usted, amable lector, es radicalmente distinto al que parece caminar en dirección opuesta. Y ¿por qué? esta sobredosis de seriedad, pese a que se hable de Madrid, para los que por definición no pueden dominarla. Cabe hablar, por tanto, de una suerte a medias con la que curiosamente merman la frágil y fugaz esperanza de los que quieren llegar. Sin embargo, lo más llamativo de esta explosión de verdad en el toro camuflado de utrero acaso sea la desmesura en las intenciones de una racionalidad inexistente.

     Más convincente resulta el trapío propio del toro rico en cabeza y pitones allá hacía donde ahora se dirigen las miradas. Ese toro que muchos no quieren y otros desean, porque aunque serio e imponente, si la bravura emana de su casta, es determinante para hacer sobresalir la capacidad del torero. Precisamente por esto un sevillano irrumpió en el estruendo de cánticos y sonidos sin ocultar la evidencia. Su valor y calidad artística están en el vehículo del que se sirvió para transmitir verdades que sorprendieron por su ejecución. Con un impresionante ‘cebadagago’ supo mantener la intensidad en sus formas al conservar en estado puro el toreo que las define. Y el público pamplonés se sintió recompensado por una tauromaquia, tan diversa y osada, que hizo del natural lo que antes hizo con el lance a la verónica: convertirlos en espejo de su realidad. Un toreo que transcendió más allá de los tendidos bullangueros, porque todos supieron que Antonio Nazaré había llegado para quedarse. Torear. Y triunfar.


*Manuel Viera es redactor y responsable de las crónicas de Sevilla Taurina, así como colaborador taurino de Punto Radio en Sevilla y Utrera. (manuelviera.com).


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