Engañosamente simple

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«…Lo que se ve es lo que hay. No más de media cabeza de toro, con cuernos y sin ojos, fotografiada, copiada y pegada en la parte superior de un inmenso plano rectangular con fondo blanco, carente de belleza, sin atractivo, nada sugerente y sin poseer lo propuesto…»

Manuel Viera.-

     Es muy difícil hablar de pintura en sí o de la obra de arte en sí, sin ocuparse de lo que nos sugiere o evoca al presenciarla. Y a mí lo que me evoca, y sobre todo me provoca la ‘obra maestra’ de José María Sicilia que ha de divulgar los toros en la Maestranza de Sevilla durante la temporada de 2011, además del anuncio de una exposición arqueológica o casco vikingo, es indiferencia. Pues a pesar de que la pintura no es más que una mancha de color distribuida sobre una superficie, ésta ni siquiera es mancha, ni imagen sugestiva que incite al agrado del que la observa. Sólo es un desacertado ensayo alegórico al toro con el manejo impecable de la informática, más allá de lo abstracto y lo etéreo, y nada parecido a la gran obra del cotizado Sicilia.

     En su discurso posmoderno de resistencia a la crítica la corporación maestrante justifica estos carísimos carteles con las ‘firmas de colección’, sabiendo situar su efecto en los recovecos de la historia de la Real Maestranza de Caballería y haciéndose con una colección, principalmente de grandes artistas, sin restricción de espacio ni de dinero, para convertir también las entrañas de la plaza de toros en una auténtica exposición de arte que incida sobre la sensibilidad de la gente que allí acude.

     De todas formas, la peculiaridad de la composición del artista madrileño genera en quien la ve una fuerte confusión. Y aunque el arte la suscita, no hay duda que la figuración de Sicilia no consigue el impacto inmediato sobre el destinatario que, a la vez, le parece engañosamente simple. De hecho, lo que se ve es lo que hay. No más de media cabeza de toro, con cuernos y sin ojos, fotografiada, copiada y pegada en la parte superior de un inmenso plano rectangular con fondo blanco, carente de belleza, sin atractivo, nada sugerente y sin poseer lo propuesto.

     Es evidente que el cartel de toros no es ya un simple comunicado informativo, sino una manifestación más de continuidad artística más allá del ruedo de una plaza de toros. De talento en la calle. Sin embargo, debe de ser también algo más que una prestigiosa firma con el principal objetivo de ampliar una historia de arte que la Real Maestranza quiere hacer suya.


*Manuel Viera es redactor y responsable de las crónicas de Sevilla Taurina, así como director del programa ‘Toros y Punto’, de Punto Radio-Utrera. (manuelviera.com).

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