Luis Carlos Peris.-
Pareció que la vida había fundido a negro según se habían cerrado las puertas de San Lorenzo y dentro la Virgen quedaba sola en su Soledad. Todo se había consumado al parecer mientras fuera se hacía el llanto y el crujir de dientes por el pase de la firma a la gran fiesta de Sevilla. Tras siete días con sus noches de gozo y pena, de saeta y chisporroteo de cera que no volverá a licuarse, hoy se produce un viraje espectacular en los sentidos.
El final de la mayor ópera urbana ha sido feliz, recurrentemente y como cada año feliz en esta representación única, para darle sitio a otro capítulo de gran calado en el calendario lúdico. Al silencio del Silencio le sucede el silencio maestrante y hoy se abren las puertas del gran templo de Tauro para que el rito se haga carne y habite entre nosotros. Aunque se cumplen los diez años de la mayor orfandad conocida, la ilusión se encabrita ante el auspicio de los primeros clarines del año.
*Luis Carlos Peris es periodista sevillano. / Publicado en Diario de Sevilla.
