Los diestros Sebastián Castella y Diego Urdiales cortaron una oreja. El lote del torero francés ha sido de los más completos de Feria, pero no ha logrado aprovecharlo. Noble e interesante corrida de Juan Pedro Domecq. El sevillano Pablo Aguado hizo un toreo de gran calidad y dio una vuelta al ruedo tras pinchar antes de media estocada.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado cuatro toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación y muy nobles. Con notable clase el primero; bravo el segundo; con calidad en sus embestidas el tercero; noble con escasa fuerza el cuarto; bravo con clase el quinto; complicado el sexto.
ESPADAS: –Diego Urdiales (de tabaco y oro), saludos y oreja.
–Sebastián Castella (de rosa palo y oro), oreja y vuelta al ruedo tras petición.
–Pablo Aguado (de grosella y oro), vuelta al ruedo y silencio.
CUADRILLAS: Saludaron en banderillas Rafael Viotti, José Chacón -dos grandes pares- y Alberto Zayas.
INCIDENCIAS: Plaza llena.
Manuel Viera.-
Lo hecho al buen toro de Juan Pedro Domecq confirmó el creciente interés despertado por el toreo de Pablo Aguado. Su desbordante capacidad para reducir las acometidas al ritmo de su muleta se mostró en exuberantes muletazos diestros y auténticos trazos con la izquierda. Una lidia personalísima, deslumbrante, seria y bien trazada, llena de expresividad y frescura extraordinaria.
La versión del natural fue muy emotiva. No sólo por la excelencia de su calidad, sino por la naturalidad del trazo carente de toda pedantería. Pablo convirtió el natural en algo sublime. Sin duda porque lo trazó con toda solemnidad. Así se percibió, lento, profundo, integro, y rematado, dando forma a una expresividad de enorme riqueza que penetró en la gente de forma limpia y emocionante. Absolutamente fascinante.
Fue un arranque ambicioso del torero sevillano que permitió comprobar la excelencia de cada pase. Pocas veces el toreo se desgrana con una intensidad que parece no concluir. La limpieza y la fluidez de cada trazo culminaba siempre con el extraordinario pase de pecho. Un toreo luminoso hecho con la verdad que caracteriza su tauromaquia. No se puede entender de otra forma esta manera de hacer el toreo, sino como una sinfonía de pases emocionantes con los que dio sentido a una faena epilogada con los detalles de excelsos ayudados por alto, exquisitos muletazos por abajo y un kikirikí de cartel. Pero esta lidia al bravo tercero, colmada de valor y manifiesta pureza, la pinchó y el triunfo cantado se esfumó. La vuelta al ruedo fue de clamor.
El sexto fue el menos bueno de la muy buena corrida de Juan Pedro Domecq. Desigual en presentación, pero igualada en la calidad de las embestidas de; al menos, cinco de los seis toros. Este último, rebrincado y con molestos derrotes en las telas, no le dejó dibujar la lenta verónica como lo hizo con su primero. Tampoco hacerle el toreo de muleta, coladas y complicados acometidas hizo desistir al sevillano. Lo finiquitó de estocada.
Diego Urdiales dio muestra de una sorprendente tauromaquia con el cuarto de la tarde, un toro con poquita fuerza, pero con una inmensa calidad en sus nobles embestidas. Profundidad expresiva del trazo y virtuosismo en un toreo lleno de excelencias. Con su fluir elegante toreó a la verónica con verdad para dar paso a una faena de detalles de excelente calidad. El riojano imprimió a la lidia grandeza de concepto, sentimiento y belleza. Fue un toreo no ligado, pero con el natural ensalzó sus valores y la excepcionalidad de cada trazo. Perfección y elegancia en un toreo determinante, emotivo, donde sedujo también el fascinante pase diestro, dando lugar a una tauromaquia que, por momentos, rozó lo sublime. De este virtuoso arte brotaron algunos de los más bellos momentos que definieron un toreo inteligentemente hecho. Una faena de trazos impecables y acabado perfecto. Contundente y perfecta estocada que, por sí sola, valió la oreja.
No fue igual con el primero de la tarde, otro toro de nobleza exquisita con el que no se entendió. Dejó muestra de la naturalidad de su toreo, pero lo hecho supo a muy poco. Media estocada bastó para tumbarlo.
Sebastián Castella ensambló muletazos con su habitual tauromaquia al bravo segundo. Entrega total en un toreo que resultó acelerado y desplazado hacia afuera. Más templanza le dio al natural, aunque con el mismo defecto que lo hecho con la diestra. La faena tuvo continuidad en la ligazón y desigualdad en el conjunto de la lidia. Unos cambios de mano y el toreo en redondo epilogaron un trasteo que acabó con unas bernardinas ajustadas que llegaron con inmediatez a los tendidos. La estocada confirmó la concedida oreja.
También le pidieron el apéndice tras la lidia del quinto. Otro toro con exquisita clase en sus nobles embestidas. Lo mejor durante la lidia lo ejecutó José Chacón que clavó dos inmensos pares de banderillas aclamados con total emoción. Porque, Castella, tras el inicio del pase cambiado por la espalda, se dedicó a muletear con ligereza, a dejarse enganchar las telas, hasta acabar con un trasteo muy desigual. No obstante, pareció tener mayoría la petición, pero esta vez el presidente no la concedió. Tal vez se equivocó, aunque por toreo no la mereció; el público la pidió. Y es soberano.
AL NATURAL
(En breve)
Francisco Mateos.-
(En breve)
GALERÍA GRÁFICA (Pagés)