«Mi primera obligación no era ser artista; era quitarme el hambre»

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Pedro Gutiérrez Moya «Niño de la Capea» dictó una extraordinaria lección de torería y hombre de bien en el cierre de las «Lecciones magistrales» de Aula Taurina, celebrada en el Salón de Carteles de la plaza de toros de la Maestranza. El retirado diestro salmantino desgranó toda su sabiduría taurina y confesó su admiración por la afición de Sevilla y su emblemático coso.


El Niño de la Capea reflexionó sobre su trayectoria profesional.
FOTO: TorosComunicacion.

Manuel Viera.-

     No bajó el listón, ni muchos menos, el torero salmantino en el cierre de la 'Lecciones magistrales' que organiza Aula Taurina y patrocina la Real Maestranza de Caballería. Pedro Gutiérrez Moya dictó una extraordinaria lección de sabiduría taurina y hombre de bien durante un interesante coloquio moderado por el periodista sevillano José Enrique Moreno.

     El Niño de la Capea se refirió al respeto que siempre le profesó a la Maestranza, y dijo de ella que cuando una plaza respeta tanto al torero se tiene que admirar. "Aquí siempre te respetan y tu tienes también que transmitirle al público ese respeto". Habló de la sinceridad en los siguientes términos: "El torero tiene que ser siempre sincero con su toreo, y delante del toro ser como es uno mismo. Yo no pisé nunca una plaza, por muy importante que fuera, queriendo cambiar mi forma de torear. Para llegar a lo más alto tienes que ser fiel a si mismo".

     No dejó pasar por alto alguno de sus peores momentos vividos: "En el año 91 un toro de Cebada Gago me dio aquí un cornada muy fuerte y me quitó el sitio. La cornada me asustó hasta provocarme una lucha interna conmigo mismo por querer de nuevo poderle al toro. Le pude una tarde en Guadalajara y empecé otra vez a sentirme en México. Si no me ocurre lo de la cornada estoy seguro que no me hubiera recuperado de aquel bache del que tanto hablaban".

     Pedro Moya también se refirió a las escuelas taurinas, de las que él formó parte en su día: "Antes era muy diferente, éramos autodidactas; ahora, los que a ellas acuden, tienen la suerte de encontrarse con grandes profesionales que les enseñan toda la técnica, e incluso los movimientos del toro, y sobre todo el dominio de la inteligencia sobre la fuerza bruta".

     Muy intimo estuvo el diestro de Salamanca cuando habló de sus comienzos: "Yo siempre estuve marcado por la vida y las circunstancia en las que me crié. Mi primera obligación no era ser artista, era quitarme el hambre". De esta forma el Niño de la Capea comentaba su particular forma de abrirse camino. "Mis armas ante las grandes figuras de la época eran las ganas, el valor y la ilusión. Lo principal era quitarme el hambre, mis errores  se arreglarían después. Una vez conseguido tan vital objetivo dije: "ahora voy a ser torero, ahora que tengo seguridad en sí mismo cambio mi toreo y cambio mi expresión".

     Confesó ser un enamorado del toro: "Siempre he querido conocerlo a fondo porque es el que te enseña a templar y colocarte" y mostró su admiración por dos toreros de su época. "Paco Camino por sabiduría, y Santiago Martín 'El Viti' por profundidad".

 

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