El diestro de Espartinas le cortó las dos orejas al sexto toro tras una firme faena a un astado noble y con calidad en la embestida. Fracasa de forma estrepitosa la corrida del hierro de Jandilla. Sebastián Castella y José María Manzanares naufragan en el coso sevillano y fueron silenciados por faenas sin contenido y monótonas.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Jandilla, desiguales de presentación, descastados y flojos. Mansito y noble, el primero; a la defensiva, el segundo; soso sin poder, el tercero; con genio el cuarto; parado el quinto; noble y con calidad en la embestida, el sexto.
ESPADAS: –Sebastián Castella (de tabaco y oro), silencio y silencio.
–José María Manzanares (de azul marino y oro), silencio y silencio.
–Borja Jiménez (de grana y oro), silencio y dos orejas.
CUADRILLAS: Saludaron en banderillas José Chacón y Alberto Zayas.
INCIDENCIAS: Lleno de ‘No hay billetes’. El banderillero Jorge Fuentes, que fue volteado, fue atendido de un hematoma en gemelo izquierdo, de pronóstico leve. Emitida en director por Canal Sur.
Manuel Viera.-
La Maestranza posee el arma más potente para dictaminar su veredicto: su silencio. Es una ‘música’ que bordea la indiferencia. Evoca la frustración. Suena el silencio como una melodía de sentencia, majestuoso, espacioso, definitivo. Así se produjeron hasta el atardecer. Dos horas de silencios, de paciencia, de cansancio, de ver cómo se diluía una tarde de toros en la nada. Uno, dos, tres, cuatro y cinco silencios tras las anodinas y cansinas lidias.
Pero cuando el esfuerzo adquiere consistencia llega el triunfo. Tal vez exagerado en el número de ‘trofeos’ concedidos, pero el triunfo fue el alcanzado por Borja Jiménez tras lidiar al único toro de Jandilla que atisbó ciertas calidades en su embestida. Esfuerzo y concepto singular, combinación que dio pie a expresar un toreo de enorme valor ciertamente sugestivo.
La importancia de la faena fue elevada, y de ahí cabe deducir que no estamos hablando de algo habitual, sino de un toreo con cierto tiempo de maduración. En todo caso la lidia significó la irrupción en tromba de la ilusión perdida durante toda la tarde. Fue una muestra del constante interés de Borja por hacerse con las nobles acometidas del sexto, el mejor toro del descastado encierro de Jandilla. Y así ofreció un toreo propio e inconfundible, de gran fuerza expresiva y una encomiable ligazón. Unas formas que transmiten una verdad honda que no tiene nada que ver ni con la perfilada estética, ni con la fantasía banal.
El diestro de Espartinas cuidó al toro en varas. Casi no se picó. Con buen son acudió al largo cite. Pases cambiados por la espalda y una mano derecha que logró el toreo en redondo, muy despacio, ligado y rematado con extraordinarios pases de pecho. Circulares y exquisitos cambios de manos, naturales de mano baja con los que mostró esa versión restaurada de su tauromaquia. Como la espada se hundió hasta la empuñadura, las orejas -demasiadas- fueron a parar a manos del diestro sevillano.
Fue lo único de la cansina tarde en la que el toro volvió a mostrar su falta de casta y su escaso poder, y los pocos que lo atisbaron se lo quitaron en la suerte de varas. Resultado: lidias monótonas, de toreo en línea y desplazados hacia afuera al límite de alcanzar lo banal.
Porque Sebastián Castella dio todo un recital de sosería en la lidia del mansito primero. Ligereza en los muletazos e infinidad de pases agolpados que aburrieron a la gente. Con el complicado cuarto alcanzó escasos momentos de interés. Sin acople y excesivamente enganchado el toreo al natural. El silencio, tras las estocadas, sentenció.
Y Manzanares. El otrora diestro consentido de Sevilla nada tiene que ver con el que hoy toreó en la Maestranza. Aburrido, sin ajuste en los muletazos, dejando el desencanto en ambas lidias donde hubo muy pocas cosas para ver y gozar y, sin embargo, otras, demasiadas, para ocultar. Lo mejor hecho: la estocada al segundo al que tumbó de forma contundente. El quinto se le paró porque lo acribillaron en varas. Su toreo para afuera dejó el mal sabor de un torero que no es lo que fue.
AL NATURAL
Y llegó Luque Teruel…
Francisco Mateos.-
Estaba Sevilla sumida en plena resaca de la borrachera de toreo morantista, con los tendidos descansando del embriagado aroma taurino del día anterior, a lo que contribuía decisivamente una mala, muy mala, corrida de Jandilla que ha fracasado de forma estrepitosa, y dos toreros de vuelta de todo, abúlicos y pesados como Castella y Manzanares. No se puede venir a la Maestranza sin un mínimo de ambición y de ilusión. Entiendo que llevan muchos -demasiados- paseíllos en Sevilla y que se conocen cada esquina de las tablas baratilleras… pero para venir así, mejor no anunciarse. Castella aburrió a todos, y no fue por número de muletazos, que se pasó de metraje, sino que ninguno fue bueno. Volvió el Castella abúlico, frío y pesado sin material con opciones.
Más grave me pareció lo de Manzanares. sin apenas cruzarse, citando con el pico y con una muleta que parece un capote por dimensiones. A toro parado se empeñaba en el «¡je, je, je!» en el mismo sitio, cuando el problema no es que estuviera sordo el de Jandilla, sino que había que intentar provocarle y meterse en sus terrenos para probar si se obraba el milagro de alguna movilidad para robar algunos muletazos. Pero ni se cruzó, ni cambió la forma de citar, ni la distancia… ni nada. Y por supuesto, con lo parada que estaba saliendo la corrida, no se entiende la leña que le dieron al quinto en el caballo. Estaba claro que después el apático alicantino menos iba a poder conseguir. Eso sí, como siempre se medio tapa por los espadazos. Pero Manzanares, otrora protegido, mimado y consentido por la afición sevillana, es un ejemplo de esos toreros que en vez de evolucionar parece involucionar con el paso de los años.
La ilusión de la tarde quedaba en manos del sevillano Borja Jiménez, que en el tercero se contagió de la apatía de sus dos tristes compañeros. En el sexto cambió la actitud y despertó al personal. Provocó al toro, le varió los cites y le alegró la embestida, todo ello con el precioso ‘Juncal’ sonando de fondo, que arrancó a las primeras de cambio. Tanto fue el desierto artístico y la larga siesta durante las dos horas anteriores, que el público saltó como un resorte porque al fin veían algo de calidad e interés. Y a la hora de valorar lo bueno realizado por el rubio torero de Espartinas, cuando la Feria iba este año por unos cauces razonados de concesión de trofeos, llegó el presidente Luque Terual, el señalado siempre como el más veloz ‘sacapañuelo’, y volvió a desmadrar el palco concediendo dos orejas que, respecto a como iba la Feria, baja el listón de exigencias muy mucho. Tengo esperanza cero sobre si la Junta de Andalucía y su delegado Ricardo Sánchez -permanente cada tarde en ‘su’ burladero de callejón- están tomando notas; cuatro presidentes es una barbaridad para una Feria de Sevilla. Con dos equipos son suficientes para intentar mantener un equilibrio de criterio… Pero visto que Luque Teruel vuelve este año a insistir en bajar el listón de exigencias de la Maestranza con respecto los otos tres equipos, urge un cambio por claro reincidente.
LA VOZ DEL ABONADO
Del sueño a la pesadilla
Unión taurina de abonados y aficionados de Sevilla.-
Soñaba yo después de la copiosa y tradicional comida de Feria de la Unión Taurina de Abonados y Aficionados de Sevilla, que había un torero que tenía toda la Tauromaquia, desde el principio de los tiempos, en la cabeza y en determinados momentos la sacaba a relucir para asombro de propios y extraños y volvía loca a esa señora tan bella que se llama Maestranza, a su desnortado público y a sus pocos aficionados. A ese torero le ha costado mucho enamorar a la señora, pero en los últimos años lo ha conseguido de veras, enseñando a Sevilla lo que es el toreo clásico, fuera de polémicas sobre despojos.
Y soñaba que ese torero desplegaba su añeja tauromaquia sobre el maravilloso albero alcalareño, cuando de pronto se acabó el sueño y ví a Sebastián Castella trapaceando sin gracia alguna a un toro sin casta y ahí empezó la pesadilla. A ese trapaceo supersónico, siguió la languidez y la distancia sideral entre Manzanares y el bovino morucho que andaba por allí. Agradecí sobremanera que lo despeñara rápidamente de una buena estocada. Después me alegré de ver en dicho albero a Borja Jiménez, de los pocos toreros con hambre, pero continuó la pesadilla porque su toro tampoco valió para nada (Ramón, por Dios, te pido que le des un descansito a Jandilla, a Manzanares y Castella, si pudiera ser…).
Así la pesadilla adquirió dimensiones bíblicas cuando volvió a aparecer en escena Castella y empeoró a un animal que tampoco era un dechado de virtudes. Pensando que la cosa ya no podría ir a peor ví con asombro que el picador de Manzanares (Paco María) machacaba sin piedad a un torete que no había hecho nada malo… ni bueno, y el matador se ponía delante del pobrecito cómo si quisiera torear, cuando el animalito había quedado para el tinte.
La salida del sexto me hizo concebir esperanzas, pues su matador volvía a ser Borja Jiménez y era otra cosa (en cuanto a trapío no, seguía siendo un novillo) y Borja lo toreó unas veces mejor y otras peor, pero sacando todo lo que tenía el burel. Pensé que por fin se acababa la pesadilla, pero no me acordé que en el palco estaba Luque Teruel, sacando el segundo pañuelo, echándole una mano a la empresa como siempre para que no se hable de la mierda de corrida (con perdón y sin él) que nos había traído Ramón y sí de despojos, que es lo que le gusta a él regalar a diestro y siniestro, y bajando una planta más en el sótano del desprestigio en el que tienen sumida a la plaza. Y no me molesta que a un chaval que viene con la yerba en la boca se le premie en exceso, lo que me molesta es que el del palco siempre tenga que dar la nota.
Acabada la pesadilla, por fin vuelvo al sueño sobre ese torero que hace cosas que se te quedan en la retina para siempre por nuevas, teniendo siglos de vida. Intenten soñar con ese hombre. Pesadilla ya nos venden los taurinos a diario.
GALERÍA GRÁFICA (Pagés)