El sevillano Morante de la Puebla enloquece a los tendidos de la Maestranza en una tarde excelsa de buen toreo e inspiración y le corta las dos orejas al cuarto astado de Domingo Hernández. Juan Ortega cuajó momentos muy buenos con el toreo de capote. Pablo Aguado fue ovacionado. La plaza agotó todas sus localidades.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Domingo Hernández, aceptables de presentación, nobles y justos de casta. Muy poca fuerza tuvo el primero; muy soso el segundo; manso el tercero; muy noble y con poca fuerza el cuarto; muy parado el quinto; sin fuerzas el sexto.
ESPADAS: –Morante de la Puebla (de verde botella y oro), saludos tras aviso y dos orejas.
–Juan Ortega (de purísima y plata), saludos y saludos.
–Pablo Aguado (de catafalco y oro), saludos y saludos.
CUADRILLAS: Saludó tras banderillear al sexto Iván García.
INCIDENCIAS: Lleno de ‘No hay billetes’. El banderillero Jorge Fuentes, que fue volteado, fue atendido de un hematoma en gemelo izquierdo, de pronóstico leve. Emitida en director por Canal Sur.
Manuel Viera.-
El trío Morante-Ortega-Aguado es un claro ejemplo de lo mucho y bueno que puede encontrarse en la tauromaquia actual. Lo es por la calidad con la que se expresan, pero también por el interés que manifiestan hacía un toreo apasionante. Construyen el toreo sobre dos principios antitéticos. Por un lado una templanza barbárica que se regocija en estados emocionales. Por otro, la inspiración en sus formas de clásica pureza. Con ellos, la esencialidad se aviva al calor de un admirable virtuosismo.
Plaza llena, a rebosar. Como el artista que protagoniza cada tarde el toreo vamos a la plaza porque lo buscamos, y esa búsqueda enriquece. Ello justifica la incertidumbre. Lo que puede pasar. Y pasó que Morante toreó. Lo hizo primero con un capote que voló cogido con una mano para quedar suspendido en tiempo infinito mientras el toro acudía a la cita y pasaba. Una vez, y otra, y otra… hasta acabar de igual manera con un sensacional pase de pecho. La música estalló acompasando el pasodoble con el ritmo improvisado de un capote genial.
Ver torear así es algo más que un ejercicio de fetichismo. Es entrar en la cocina de un artista y contemplar de cerca su proceso creativo, porque después la obra continuó para reunir en ella toda la verdad de su toreo. Un toreo vivido bajo una continua emoción que convivía con la desbordante naturalidad, la torería en la versión excepcional de dos ayudados por alto de cartel, y el natural contrapunto de la despaciosidad del pase diestro hilvanado y rematado.
La faena de Morante, al cuarto toro de Domingo Hernández como obra de arte, no fue baladí, aunque se produce en contadas ocasiones; esta vez el milagro se materializó. Se dieron todas las condiciones: no sólo en la nobleza del toro, sino en la perfecta fusión con la embestida pastueña y escasita de fuerza. De todas formas, el sevillano de La Puebla soñaría hacer el toreo de arquitectura de cristal enormemente bello con el que enjoyar la tierra de albero y construir la felicidad. Y lo hizo. Y se lo premiaron con dos orejas que paseó sonriente, gozoso y emocionado.
José Antonio también se prodigó a la verónica con el primero, otro toro noble y con las fuerzas justas, tónica general de los toros de Domingo Hernández, Fueron tres lances con la cadencia propia de este artista. Igual gustaron las chicuelinas al paso colmadas de sevillanía para poner al toro en suerte. Faena de momentos magníficos con la derecha, y con la izquierda en el natural de frente haciendo círculo hasta acabar detrás de la cadera, y que ahora es ineludible recordar. Tres pinchazos antes de hundir la espada lo dejó todo en una ovación.
Excepcional y creativa la verónica de Juan Ortega al noble quinto. Elogio a un lance con el que suspendió el tiempo en el recorrido infinito de un capote a compás. Lentísimo el lance. Prodigiosas muñecas en el decisivo instante, de absoluta e innegable dimensión artística, que hizo saltar como un resorte a Tristán para premiar con música lo hecho y visto. Fue lo mejor del sevillano de Triana junto a unas ajustadas y bellísimas chicuelinas. Juan toreó despacio en el inicio de faena , pero el toro se le paró y todo acabó.
El segundo mostró sosería y escaso poder. Sólo le valió para mostrar su despaciosidad con un capote que, en esta ocasión, tuvo sus altas y sus bajas. Quiso atemperar las complicadas y cortas embestidas de un toro casi parado, pero poco pudo resolver. La mató con prontitud.
A Pablo Aguado le embisten pocos toros. El tercero fue un manso con el que sólo pudo mostrar detalles de su diferencial tauromaquia. Detalles muy toreros en el inicio genuflexo, el pase diestro y el natural. Todo muy despacio con ese sello propio de la naturalidad. Unos ayudados por bajos y molinetes pusieron fin a una faena no rematada con la espada.
Y el sexto se le paró en un santiamén. Tres verónicas quedan en el recuerdo.
AL NATURAL
El pincel de Morante
Francisco Mateos.-
Torear junto a un torero como Morante de la Puebla tiene estas cosas. Morante entra dentro de esos toreros completamente impredecibles. Y por tanto capaces de llegar de la nada al todo, y viceversa, en un flash de tiempo. Y acabar con el cuadro, esté quien esté al lado. No es que vaya a borrarse lo torero que estuvo Aguado con lo malo que le tocó en suerte; y mucho menos el toreo majestuoso, a cámara lenta, despacio como un reloj sin cuerda, cincelando obras de arte de capote de Juan Ortega, y la verdad de su muleta. Pero la tarde comienza y acaba en Morante. Sólo se hablará finalmente de la tarde de Morante.
El sevillano fue tocado con la varita de los dioses taurinos, con la suerte de poseer una personalidad única y diferente, y una capacidad y cualidad taurina capaz de levantar una plaza de sus asientos con sólo tres muletazos. Una barbaridad. Sólo al alcance de los elegidos. Se ha contado ya ese saludo al cuarto astado, que como todos salía suelto y distraído de cada lance de recibo. Morante le alargó el viaje con una larga a una mano, convertido el capote vertical en un pincel, cambiando de mano el pincel para el siguiente dibujo a una mano y la otra colocada toreramente en la cintura… hasta seis pinceladas cambiando de mano en esas largas en pie, un capote en vertical, un pincel taurino… una locura de belleza, de inspiración y de valentía. Estampa de otro toreo, antiguo, orfebre, en sepia, rematado el saludo con un enrocamiento de su capote abelmontado ahora sobre su cintura. La banda sonó, el publico enloqueció y el cuadro quedó acabado. Al alcance sólo de los elegidos.
Y siguió después la locura en tandas de muletazos embriagados de gran toreo, con los discípulos recibiendo el sermón de su profeta en el templo del toreo. Quiso matarlo y hasta salió trastabillado al topar el brazo izquierdo con el pitón. Valorar con orejas numéricas algo tan distinto y excepcional es intentar banalizarlo, devolverlo a la línea terrenal del toreo andante… y lo de Morante es ‘otra cosa’. Da igual una, dos o ninguna oreja. Es la suerte de quien ha sido agraciado con la personalidad torera, la valentía y la capacidad taurina de pellizcar el sentimiento en un flash. Pura magia taurina.
LA VOZ DEL ABONADO
Novillada de ‘No hay billetes’, o sí para la empresa, claro
Unión taurina de abonados y aficionados de Sevilla.-
Los que van a matar de éxito la Tauromaquia nos han ofrecido y encima con las preciosas imágenes de Canal Sur (no los comentarios, son infumables) una corrida de toros con animalitos pinta de novillotes. Primero, segundo y sexto sin cara, y los otros con más leña. ¡Cómo serían los toros rechazados! Los presidentes deberían ampliar en rueda de prensa esos términos ambiguos y cortos que escriben en el orden de lidia cuando un animal es rechazado. Pero claro: eso iría en beneficio de la claridad de una Fiesta adormecida y muy domesticada por los políticos, en este caso de AndalucIa, del Partido Popular.
Hablando del término doméstico. Así eran los animalitos de esta tarde, previsibles, educados y ‘sin una mala palabra ni una mala acción’. ¿Qué supone esto? Que la emoción y la sensación de riesgo desaparece para que el triunfalismo de un público ‘mansote’, como una mayoría de españolitos en el apagón, haga de su capa un sayo y colme de premios a las ‘figuras’.
A Morante se le vio esta tarde con ganas, ‘echao palante’. En su primero lo intentó en los lances de recibo y en un buen quite. Joao Ferreira se luce en banderillas. Morante, muleta en mano, saca el toro a los medios y lo intenta por los dos pitones derramando estética y temple, que es lo suyo, pero el toro se para pronto y no puede redondear la faena. Lo que hizo en el cuarto es otro cantar. Cantar de cante ‘jondo’, pues ese recibir al toro improvisando una tanda a una mano fue para enmarcar. Luego, en la muleta, comienza por alto para rematar las probaturas con la izquierda haciendo morder el albero al toro. Lo saca al centro del ruedo y en tres tandas con la derecha y dos con la izquierda nos obsequia con la esencia mas pura del arte de torear. Suavidad, temple y ese cargar la suerte que lo hace como nadie. Termina con estocada y dos orejas que pueden ser excesivas, pero una hubiera sido corta.
De Juan Ortega hay que destacar esta tarde su toreo de capote a los dos novilletes y pare usted de contar. Pablo Aguado sorteó los torillos menos potables del encierro y bastante hizo con intentarlo, pero no fue posible. Destacó Iván García en el sexto con dos buenos pares asomándose muy legal al balcón. La gente habla de Morante…
GALERÍA GRÁFICA (Pagés)