Una reflexión sobre el temple y la templanza

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«…Se ha hablado mucho del arte de Curro Romero, pero su gran virtud fue torear más despacio que nadie y eso le permitía lograr las faenas más limpias y de menos enganchones de su época; las de más trascendencia, imponiendo al toro el ritmo, que su cadencia vital dictaba. Sin duda Curro fue un adelantado a su tiempo, un precursor del toreo pulcro y lento…»


FOTO: David Cordero

Enrique Romero.-

     No hace mucho iba andando por una calle de mi barrio, cuando me paró un hombre mayor, que me saludó con mucho afecto. El señor me comentó que era un seguidor habitual de la programación taurina de Canal Sur. El hombre, con suma amabilidad, me agradecía la labor que hacíamos, porque le permitía pasárselo en grande delante de la tele contemplando el programa o las retransmisiones…"pero le voy a decir una cosa" -me dijo- "usted utiliza a veces la palabra templanza para definir un muletazo con temple y eso es un error, porque la templanza es una cualidad del espíritu de la persona y no se debe aplicar a la ejecución de un muletazo, sería mejor decir simplemente temple".

     Sabia corrección, sin duda, aunque de toda la vida se han permitido licencias o similitudes a quienes han tenido que definir o describir momentos y situaciones generadas por la inspiración o la creación, y sin duda el toreo forma parte de ellas. Agradecí al amable señor su cortesía y buen consejo, y continué caminando pensando en lo que me había comentado. No sé si a vosotros os pasa que, a veces, uno comienza a pensar algo y después ese pensamiento deriva en otras cuestiones, pues a mi me pasó algo parecido y comencé a reflexionar sobre la importancia del temple y la templanza en la vida y en el toreo.

     No me cabe la menor duda que aplicar o tener templanza en nuestras acciones, en nuestra actividad diaria, es una acertada actitud. La templanza nos permite analizar y ralentizar nuestras decisiones, amortiguar las reacciones irreflexivas o impulsivas, y por tanto más apartadas de la racionalidad humana, al tiempo que nos favorece la meditación de nuestras respuestas. Así que la templanza en la vida nos aporta equilibrio, sensatez y credibilidad. ¿Será igual en el toreo? Pienso que el temple en el toreo es una de las claves más importantes para amoldar al toro al ritmo que el torero pretende, y para lograr llevarlo por el sitio que quiere, pero fundamental para hacerle ver que quien manda es la muleta. Quizas no tenemos en cuenta suficientemente la importancia del temple para lograr faenas rematadas y redondas, sin embargo la mayoría de ellas han tenido en la ralentización del muletazo el eje central de su perfección y su belleza, no tanto por una cuestión estética, sino porque el temple somete a los toros, les hace ver que quien manda es quien impone el ritmo. Además el animal adopta una armonía en su desplazamiento. Para conseguirlo, antes que nada, hay que tener valor y después sensibilidad.

     Hace unos días, en concreto el día de fin de año, el 31 de diciembre, estaba yo en un hotel de Córdoba esperando la hora para vestir el terno con el que iba a presentar el programa especial de las campanadas de fin de año. Esas horas se hacen interminables, porque lo que quieres es salir al ruedo cuanto antes, y me ayudó mucho a pasarlas, con más relajación, la emisión de una corrida repetida de la Feria de San Isidro, que estaba ofreciendo el Plus. Uno de los toreros, una enorme figura consagrada, cuajó muy bien a un buen toro, creo que de Alcurrucén, aunque después falló con la espada, pero la faena fue de menos a más con una facilidad pasmosa. El diestro en cuestión había ido ralentizando la embestida del toro hasta que este hacía justo lo que el quería y al ritmo que su muleta dictaba. A renglón seguido salió otro gran toro de la misma ganadería y le tocó en suerte a un torero de esos que están en muchas ferias, que atesoran una gran profesionalidad y mejor técnica, pero que nunca llegan a dar el salto para ser figura. Y me dije: "voy a ver por qué este hombre no consigue despegar. Voy a analizarlo".

     Comenzó bien, pero su toreo, su muleta, no impuso el ritmo al toro; al contrario, el toro, que acudía al engaño con prontitud y claridad, fue imponiendo su ritmo a la vez que desvirtuaba la faena. No hubo temple, no hubo triunfo, no hubo grandeza, no hubo armonía, no hubo dominio. El temple atempera a los toros, muestra al toro la imposición del torero, y aporta cadencia a su embestida.

     Se ha hablado mucho del arte de Curro Romero, pero su gran virtud fue torear más despacio que nadie y eso le permitía lograr las faenas más limpias y de menos enganchones de su época; las de más trascendencia, imponiendo al toro el ritmo, que su cadencia vital dictaba. Sin duda Curro fue un adelantado a su tiempo, un precursor del toreo pulcro y lento. Fijaos que la mayoría de quienes llegan a ser figuras tienen una capacidad innata para imponer su ritmo y su cadencia a los toros. El temple en el toreo, como en la vida la templanza, es ese segundo de más que necesita el alma del creador y del ser humano para alcanzar la armonia con el tiempo. Conviene que todos lo tengamos en cuenta, seamos o no toreros.

*Enrique Romero es periodista taurino de Canal Sur TV y responsable del programa 'Toros para todos'.

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