REAL MAESTRANZA - 2ª Ciclo San Miguel

Cuando el toro es sólo carne de matadero

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Juan José Padilla.

Una oreja en señal de respeto a la trayectoria de Juan José Padilla tras su última faena en la Maestranza. Otro apéndice de poco valor cortó Roca Rey por un final de faena explosivo que precedió a un pinchazo y una estocada. Morante fue ovacionado. Los mansos toros de la familia Matilla marcaron negativamente la tarde.


SEVILLA / Corrida de toros

TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Hermanos García Jiménez, Olga Jiménez y Peña de Francia; el sexto -de García Jiménez-, lidiado como sobrero. Mal presentada la corrida y de desiguales hechuras. Una auténtica mansada.
ESPADAS: -Juan José Padilla (de tabaco y oro), silencio y oreja.
Morante de la Puebla (de grana y oro), silencio y saludos.
Roca Rey (de blanco y plata), silencio y oreja.
INCIDENCIAS: Lleno de ‘No hay billetes’. Juan José Padilla se despedía de la Maestranza antes de su retirada en Zaragoza.


Manuel Viera.-

    Una enseñanza cabe obtener tras lo visto: que cuando el toro es sólo carne de matadero, sólo se atiene al rigor de la estafa. Y a esta obviedad algunos le llaman tomadura de pelo, que es una manera de definir la aparente realidad de una Fiesta que, por mucho que yo intente lo contrario, mis nietos no la van a poder disfrutar. Y no por culpa de los que la quieren aniquilar, sino por los que la utilizan sólo para sus propios intereses. Sorprenderá leer esto, pero lo digo con toda la apariencia de su sentido. La cuestión es que de lo emotivo se goza. Un gozo convincente y placentero que se guarda en la memoria y perdura en el recuerdo. Sin embargo, el timo cabrea, enfada y oscurece el futuro. Pues seguimos en esa.

     La tarde estaba cargada de expectación. De ilusiones renovadas y limpia esperanza. La vuelta del genio de Sevilla. La despedida del ídolo de masas jerezano. Y el fin en la Maestranza de la temporada cargada de triunfos del rey del toreo. Porque resulta imposible encontrar entre las figuras que han llegado al estrellato en los últimos tiempos, una más arrolladora, impulsiva, ambiciosa y capaz de desplegar su pasional y emotiva tauromaquia como Andrés Roca Rey. Sólo recordar lo que ha hecho en las más importantes plazas de España, Francia y América produce vértigo.

     Pues quien llenó la plaza con cartel de ‘No hay billetes’ sólo pudo enardecer a la gente en el epílogo de una tarde para olvidar. No tuvo toros. Y pese a ello, con unas ‘bernadinas’ invertidas a la séptima birria de la familia Matilla, lidiado como sobrero, puso a la plaza en pie. Tanto emocionaron, tras dos horas de impotencia contenida, que tras un pinchazo hondo paseó el apéndice que le pidieron.

     Fue una pena que la frescura, el impuso juvenil, la perfección y el refinamiento de un concepto tan clásico como valeroso quedase casi inédito en la tarde en la que finiquitó su exitoso año taurino. Porque el manso tercero, marcado con el hierro de Peña de Francia, se partió la pezuña en el inicio de faena y quedó para la puntilla. Y el sexto, un sobrero de Hermanos García Jiménez, fue tan manso y flojo como el devuelto, y le dio nulas opciones. Después, ya quedó dicho, el peruano no tuvo reparos en usar, y abusar, del valor para dar argumentos a una lidia que, sin enfatizar el carácter emotivo de lo hecho, tuvo su momento en el epílogo.

     Quizá porque fue su última cita en la Maestranza la sensibilidad de Sevilla no se hizo esperar para entender el sobrenatural esfuerzo de Padilla de cada tarde. Su descomunal entrega y, sobre todo, su enorme capacidad para llevar su tauromaquia al terreno propicio para ser entendida por una gente que le aclama sin cesar. Le ovacionaron tras el paseíllo y en la emotiva vuelta al ruedo con la oreja que premiaba toda una trayectoria. El manso primero huyó para chiqueros a la primera de cambio. Tarea imposible. Y al noble cuarto, el toro de su despedida, le pudo hilvanar con la diestra templados muletazos acompañado por las notas musicales del pasodoble ‘Gallito’, que dieron emotividad a la faena del adiós. La vuelta con el trofeo fue apoteósica.

     ¿Y Morante? Todos pendientes de su arte que esbozó en insignificantes gotas de un toreo muy personal e íntimo. Un toreo donde hubo poco que gozar. Aunque lo visto mereció ser degustado detenidamente. Tanto por su naturalidad como por esa pasión por el barroquismo del pasado. Un hecho habitual en las últimas corridas interiorizadas de talante gallista. Como esa forma de acabar el lance a la verónica alzando el capote con las dos manos. El segundo de Olga Jiménez buscó las tablas de inmediato y todo quedó en detalles. Delicadeza en el trazo brillante del pase diestro, y el natural despacioso y largo.

     Todo cuanto hizo con el capote al noble, y también rajado, quinto encontró el deleite de la gente. La verónica y esas glosas improvisadas de los ayudados por alto, y por bajo, que a tan poco supieron. La incipiente obra vino a menos para acabar con el toro aculado en chiqueros. El público abandonó la plaza con enorme decepción. Una podrida corrida de Matilla la causó.


AL QUITE

«Illa, illa, illa…»

Antonio Girol.-

  • Illa, illa, illa, los toros de Matilla…

     Hasta con tres hierros diferentes (Hermanos García Jiménez, Olga Jiménez y Peña de Francia) marcan ‘los Matilla’ a sus reses allá en sus pagos salmantinos. Nombres que sirven para envolver a un mismo producto. El de unos astados huecos de raza y mansos de solemnidad que, si en lugar de representar a la familia más poderosa del negocio taurino, lo hiciesen con cualquier otra del campo bravo llevarían años lidiándose en las calles o incluso estarían extinguidos de la faz de la tierra de toros. Sin embargo ahí están, lidiándose en Sevilla en San Miguel después de un soberano petardo en la Feria de Abril. El que por cierto han vuelto a reeditar esta tarde y que no les restará ni un ápice a la hora de verse de nuevo anunciado con sus tres marcas en 2019. Porque las figuras continuarán apuntándose a ellos. Con su cohorte de ‘veedores’ yendo al campo para aprobar encierros, como el de hoy con toros con menos cuello que El Inspector de la Pantera Rosa.

  • Illa, illa, illa, se despidió Padilla…

     Padilla, también de la factoría Matilla, se despedía de Sevilla con los toros de la familia de su apoderado: Toño Matilla. El público le obligó a saludar una ovación después de romperse el paseíllo, que el torero jerezano agradeció desde los medios. ¡Qué lejos quedan ya aquellos años en que a Padilla sólo lo anunciaban en Sevilla con la de Miura y Juan José tenía que ir a jugarse las patillas, de rodillas, a la puerta de toriles! En esos años de acero y hierro no creo que ni siquiera albergara el sueño de una despedida como la que hoy ha tenido por parte del público de la Maestranza. Público que casi ni protestó al ver que no ponía banderillas a ninguno de los dos toros de su lote. Público que se quedó sorprendido ante el gesto del maestro Tristán Becerra de mandar a sus músicos atacar con ‘Gallito’ sin ni siquiera haber dado el de Jerez un muletazo. Público que siguió en silencio la faena del diestro en retirada. Y, público, que a pesar de ese silencio, pidió la oreja para el torero. Oreja que concedió doña Anabel Moreno. La misma que le negó un trofeo a Pepín Liria en la tarde que decía adiós a la Maestranza después de jugarse literalmente la vida con un Victorino. Eran otros tiempos… ¿verdad, presidenta?

  • Illa, illa, illa, qué bonita es Sevilla…

     Lucía la plaza como sólo sabe lucir la Maestranza en los días importantes. Rebosante de un público que soportó estoicamente el calor sofocante que hizo durante toda la corrida. Con los del sol la empresa debería tener algún tipo de atención porque hay que tener dos ‘motivos’ muy grandes para pasar por taquilla y aguantar encima la mansada de Matilla que salió por chiqueros sin formar un escándalo. En esa compostura del aficionado radica parte del problema, porque los que mandan como ven a la gente tragar con todo continúan con sus fechorías y no cambiarán ni una coma de esta historia de sueños que ya depara en pesadilla.


LA VOZ DEL ABONADO

El imperio del monopolio ataca

Unión Taurina de Abonados de Sevilla.-

     El imperio del monopolio, léase la casa Lozano con su torero Morante de la Puebla, la empresa Pagés poniendo la plaza de la Maestranza y su torero Roca Rey, y el imperio Matilla aportando el supuesto ganado bravo y el torero Padilla, se ponen de acuerdo para dar gloria a Morante, consolidar a Roca Rey y despedir al torero de Jerez, pero también para llevarse unos cuartos inmerecidos en plaza de ‘No hay billetes’.

     Lo único que han conseguido una vez más es profanar la Maestranza con las bendiciones de la nefasta presidenta Anabel Moreno. Iban saliendo animales terciados, medio tullidos, descastados, borreguiles, sin nada que aportar a una tarde que se predecía gloriosa, y que resultó pueblerina y hortera a más no poder. Señores taurinos: Juan José Padilla no se merecía esta ofensa. No se puede montar un espectáculo con semejantes animaluchos con algo de cuernos que deambulaban por el albero embistiendo amablemente, o huyendo a tablas o chiqueros cuando le venía bien al morlaco. Si la presentación de los animalitos daban más pena que miedo fue deprimente, debemos decir que su casta fue nula y que la suerte de varas fue un engaño total.

     Padilla ha regado demasiada sangre en los ruedos para que el monopolio taurino le pague con esta falsa moneda en Sevilla, y lo grave es que los responsables primeros son sus amigos que le ponen delante animales aborregados de impresentable trapío predestinados al mayor fracaso como así ocurrió. Padilla merecía una despedida acorde con la categoría de la plaza, una despedida señorial de Sevilla. No fue así, la nefasta música, la oreja regalada, el querer y no poder, la vuelta al ruedo de plaza de talanquera, y el triste cruzar de la plaza cuando se marchaba al patio de caballo no era un buen final para un héroe que entregó su alma y casi su maltrecho cuerpo para mayor gloria de la Tauromaquia.

     Morante se santigua y la plaza reza un padrenuestro. Aquí se le aplaude el ‘destoreo’ de la pose de salón delante del espejo ante un torete de mentalidad y actitud aborregada. Se aplauden detalles y con ese bagaje se autofinancia volver el año que viene.

     Roca Rey tiene la virtud de poner en la plaza lo que le falta a sus oponentes: casta y entrega. Su primer toro, terciado como toda la corrida, se lastimó una mano y aquí acabó la historia. En el sexto, un becerrete en toda regla, realizó ese toreo encimista y valiente que le caracteriza. Aquello no despertó muchas pasiones. Él lo sabe. Antes de entrar a matar improvisa unas bernadinas muy cercanas tremolando la muleta que ponen de pie a los tendidos de sol. Mata de media estocada y Anabel Moreno, presidenta de la plaza, le regala una oreja minoritariamente solicitada.

     El imperio de los monopolios taurinos se agranda, empequeñece la Fiesta y profana la Maestranza.


GALERÍA GRÁFICA (Pagés)

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