REAL MAESTRANZA - 8ª Feria de Abril

Álvaro Lorenzo, naturales entre silencios

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1844
Álvaro Lorenzo.

Mala corrida del hierro salmantino de El Pilar. Sólo Álvaro Lorenzo dio una vuelta al ruedo por unos naturales lentos y con sabor al primero de su lote. Pepe Moral no tuvo su tarde y no se entendió con el cuarto, que permitió lucirse en la suerte de varas a Juan Antonio Carbonell. Ginés Marín no supo sacar faena ni despertar atención a su toreo.


SEVILLA / Corrida de toros

TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de El Pilar; de desigual presentación, nobles, sin fuerza y mansos. Destacó el cuarto, bravo en el caballo y encastado.
ESPADAS:Pepe Moral (de azul y oro), silencio y silencio.
Álvaro Lorenzo (de canela y oro), vuelta al ruedo y saludos tras aviso.
Ginés Marín (de azul y oro), silencio y silencio.
CUADRILLAS: Picó muy bien Juan Manuel Carbonell al cuarto.
INCIDENCIAS: Poco más de media plaza.


Manuel Viera.-

     Fue tarde esaboría. De esas de las que uno no sabe qué escribir. Cómo explicar. Cómo decir que allí abajo, en el ruedo, no pasó nada para destacar. O sí. Tal vez el gozo de ver cómo un toro galopa en la distancia al cite del picador. Y este ejecuta la suerte a la perfección mientras el morlaco empuja con codicia de bravo el peto del caballo. ‘Mirador’ repitió la acometida, incluso a mayor distancia del montado, en la segunda vara. Bravura le llaman, y bien que la demostró el cuarto ejemplar de El Pilar en la cabalgadura que montaba Juan Antonio Carbonell, que hizo la suerte a la perfección.

     También fue un deleite la lentitud efímera del natural de Álvaro Lorenzo al segundo de la tarde. El toledano descubrió el buen pitón izquierdo del noble y soso toro de la familia Fraile para trazar brillantes y templados trazos que acabarían muy atrás de la cadera. Una forma de mostrarse a gusto con tan interesante toreo zurdo con el que definió su buen concepto. Y poco más en la desabrida tarde, que, para colmo, lucía casi la mitad de los tendidos de la plaza vacíos.

     Y es que todo quedó en una suerte de varas, y en el sensible y lento natural. Porque Álvaro Lorenzo, tras lo dicho con la izquierda, prologó la faena al hilo del pitón luciendo después su derecha con templados muletazos hilvanados. No fueron muchos, porque de inmediato el torero de Toledo cambió a la izquierda. Ligazón y cambios de mano muy quieto y un pinchazo antes de la estocada acabaron con la lidia.

     También intentó el toreo con el noble e incierto quinto. Lo hizo con la derecha ejecutando algún que otro muletazo expresivo. Le imprimió gusto a la lidia con los cambios de mano y los pases de pechos. También pudo hilvanar el natural dejándole la tela muy cerca del hocico a la finalización de cada pase. Pero lo hecho no tuvo consistencia por la sosería manifiesta del animal. La espada la hundió sin contemplaciones.

     No hubo forma de que Pepe Moral disipara sus dudas en la faena de muleta al encastado cuarto. Con todas sus ganas lo toreó decidido a la verónica para, después, ya quedó dicho, lucirlo en el caballo. La lidia no pudo empezar con mejor ánimo y esperanza con la mano derecha. Lo intentó también con la izquierda. Pero todo se esfumó entre tanta indecisión. Quizá, no se entendieron, y todo acabó con el acero haciendo su función. Al flojo y manso primero le echó ganas y sapiencia sin conseguir nada a cambio. La baja estocada afeó su conclusión.

     Ginés Marín se debió contagiar de la sosería extrema de sus respectivos toros. Y así, con el flojo tercero, un toro muy mal lidiado en todas las suertes, atisbó el toreo diestro a media altura sin conseguir mantener el toro en pie. Un compendio de pases anodinos compuso la lidia.

     Con el descastado sexto, que lucía astifinos pitones en su anatomía de novillo, su toreo no encontró acomodo dentro de ese manual de pases con despreocupada trivialidad. Para olvidar.


AL NATURAL

El futuro en duda

Francisco Mateos.-

     Muchas veces presionamos (todos) a los empresarios, pidiendo que abran los carteles, que no ofrezcan carteles repetitivos en los que las consagradas figuras se acartelan sin dejar pasar al relevo, que la Fiesta necesita encontrar tres o cuatro revulsivos nuevos con urgencia, que hay que dar sitio a los toreros emergentes. Es cierto que en Sevilla un cartel como el anunciado hoy -Pepe Moral, Álvaro Lorenzo y Ginés Marín- no tiene el tirón ni el sentido suficiente, y que el empresario Ramón Valencia debería haber arropado el cartel con alguna de esas figuras consagradas, ya que la fuerza del martes de farolillos se veía que era insuficiente. Sólo media plaza. Posiblemente, con esa media plaza sea un cartel hasta más rentable que otros con plaza llena.

     Pero lo que sí conseguía este cartel es satisfacer la -nuestra- demanda de ver a toreros emergentes, a ese relevo para el que demandamos huecos en los carteles y ferias importantes. Tres jóvenes con proyección. Pues sin ser una buena corrida, los tres han dispuesto de toros suficientes como para agarrar un triunfo mayor del que se han llevado. Ninguno de los tres apostaron de verdad. Ninguno de los tres se la jugaron para dar un golpe en la mesa.

     Me duele especialmente lo sucedido en el cuarto toro, el más claro del encierro. Pepe Moral lo lanceó animoso, con cierta garra y su habitual desparpajo. Carbonell a caballo y el propio torero poniendo al toro de largo en dos varas perfectas elevaron la emoción. En banderillas, Domingo Siro puso gallardía y emoción. Y el emotivo brindis de Moral a Padilla, con la plaza en pie en reconocimiento al jerezano, ponían las cosas a huevo para que la faena fuera emotiva. Un toro que iba de largo en dos varas al caballo, que ya ni se ve… todos vimos que el toro pedía distancia, mucha distancia, los medios y la muleta planchada por delante. Lo demás lo iba a poner el toro… y se supone que el torero. Eso sí: había que aguantarle quieto con la muleta adelantada en los medios la más que segura arrancada de lejos. En cambio, Moral se quedó en el tercio, con distancia media en el cite y la muleta en la cadera, sin adelantarla. Conclusión: no había ligazón y fue ahogando la inicial embestida alegre del toro. Sólo puedo -podemos- entender la falta de confianza -esperemos que sólo hoy- del bueno de Pepe. La justa ovación al toro en el arrastre y el silencio -respetuoso, pero de los que duelen- al torero palaciego resumen la decepción.

     Tres toreros emergentes y toros más posibles si se apostaba. Poco bueno que recordar. Dudas sobre el futuro. Más dudas aún.


GALERÍA GRÁFICA (Pagés)

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