REAL MAESTRANZA - 7ª Feria de Abril

Diego Urdiales, tan diferencial como puro

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Diego Urdiales.

Diego Urdiales ha dado la única vuelta al ruedo con momentos muy interesantes en una mala corrida de Juan Pedro Domecq, con toros muy nobles pero flojos y descastados. Morante se esforzó en el cuarto, pidió que regaran el ruedo y se enfadó con la banda de música; fue ovacionado. Manzanares termina su Feria con una ovación.


SEVILLA / Corrida de toros

TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq; bien presentados, muy nobles, flojos y descastados. El cuarto se lidió como sobrero. Terminó parándose el primero; sin fondo el segundo; descastado y parado el tercero; sin fuerza el cuarto, lidiado como sobrero; soso y falto de casta el quinto; noble con fondo y clase en las embestidas el sexto.
ESPADAS:Morante de la Puebla (de azul y oro), silencio y saludos tras aviso.
Diego Urdiales (de gris plomo y oro), vuelta al ruedo y silencio tras aviso.
José Mª Manzanares (de azul marino y oro), silencio y saludos.
CUADRILLAS: Saludó en banderillas Víctor Saúgar ‘Pirri’ y Daniel Duarte. Picó muy bien ‘Chocolate’.
INCIDENCIAS: Plaza llena de ‘No hay billetes’.


Manuel Viera.-

     En el arte sólo hay un factor que pone a uno, por encima de rangos y gustos, en su sitio: el tiempo. El tiempo puede ser caprichoso, pero siempre será justo. Venga esto a cuento con lo dicho y hecho por Urdiales al segundo toro de la descastada, floja y nobilísima corrida de Juan Pedro Domecq. Un toreo rico en matices y en pureza que se iba quedando en la cuneta del olvido desde hace años en esta plaza. Es seguro que, a estas alturas, aún tiene todavía algunas cosas que decir el diestro de Arnedo. Sobre todo, abrir la mente a la ortodoxia de unas formas dónde siempre queda algo por descubrir.

     Al riojano le sobra la técnica. Con conocer al toro, esto es, su embestida, le basta. Así las cosas, la faena al noble y parado animal tuvo la virtud de esas delicadezas que construyen la estructura de la lidia. Aunque falte la ligazón, la continuidad de contenidos, pero, a veces, el sensacional detalle de una verónica, un natural o trinchera, lo es todo. Ingredientes para gustar y gozar; sin contundencia, sí, pero sin nada de virguerías superfluas, sino esenciales, intensivos, rompedores y atractivos. Y todo sin toro que transmitiera la emoción que el toreo pedía. Un lujo de concepto. Una tauromaquia para almas sensibles que tal vez se conmovieran con formas tan artísticas como diferenciales y puras.

     La verónica tuvo un grado de calidad apenas imaginado. El toreo diestro fue de alta nota y un natural tuvo el sensitivo embrujo para deslizarse al borde mismo de la emoción. Momentos de verdadero interés, sobre todo, en el aroma clásico del toreo diestro. Fue faena de incuestionable atractivo. Pese a la flojedad del toro, Diego, se mostró personal, sincero y natural. Y pese a la fea y baja estocada, la ovación fue de órdago. La vuelta al ruedo, tan lenta como su toreo.

     Se volvió a sentir el aroma de su capote con el descastado y soso quinto. Y de nuevo la modélica versión de la trinchera, el toreo por bajo y los cambios de manos, durante una lidia discontinua e intermitente. Dentro de la calidad artística de lo realizado, el toreo de Urdiales estuvo lejos de la emoción. Esa, quizá, pertenecía a esa otra esfera de un toro bravo, hoy, ausente en la plaza.

     Unos lances que alcanzaron su epicentro en la armónica simbiosis entre la despaciosidad y el ritmo, confluencias de un particular estilo donde la verónica, y la media, han terminado por convertirse en marca. Peculiaridad de un lance de reconocible y diferencial factura con el que Morante inició la lidia al primer toro que, después, acabaría parándose. Porque al ‘juampedro’ le desequilibró las altas dosis de nobleza con la escasez de casta. Y así, imposible. Tan imposible que al diestro cigarrero le costó un mundo cogerle el sitio. Algún que otro molinete y el atractivo de un discontinuo toreo diestro completaron la lidia.

     El cuarto, un inválido, lo echaron de nuevo para chiqueros y al torero de La Puebla no le gustó. Como no le gustó el seco albero, que mandó regar en el ecuador del festejo. Entre devoluciones y riego, tres horas de festejo. Incansable esta Maestranza en corridas de largo metraje. Tampoco le gustó que la banda de Tejera no amenizara su obra. Y se enfadó con el maestro y… con el toro, porque inició la obra con seguridad y valor para alcanzar la ligazón y la brillantez en series de muletazos diestros. También el natural tuvo singular expresividad. Faena con detalles vivamente interesantes. Acabó con ayudados por alto con sabor. Pinchó antes de hundir el acero.

     El tercero fue una birria -al que picó magistralmente ‘Chocolate’- que se paró a las primeras de cambios y, Manzanares, desistió pronto y lo mató mal. Con el sexto, el destacado del penoso encierro por nobleza, fondo y clase en las embestidas, el diestro alicantino pudo mostrar el atractivo y encanto de su toreo con la derecha. Fueron muletazos de mano baja, mandones, de trazo muy despacio, largos y rematados, que calaron de inmediato en la gente. Aunque hizo su toreo elegante, incluso con la izquierda, a la faena le faltó contenido y sinceridad. Además, pinchó antes de lograr la estocada.


AL NATURAL

Las cosas de Morante

Francisco Mateos.-

     Pidió que le regarán el ruedo y el festejo, que ya iba siendo en el ecuador del festejo de largo metraje, lo fue aún más, porque casi tres horas hemos estado en la Maestranza esta tarde. Salieron los auxiliares de la plaza a satisfacer la petición de Morante de la Puebla, desenterrando la boca de riego del centro del ruedo y extendiendo la larga manguera. Algunos esperaban que el propio diestro cogiera la goma y regara las zonas que le apeteciera, algo que ya ha hecho alguna vez. Son las cosas de Morante. Manguera que, por cierto, no está bien acondicionada y deja salir demasiado caudal; necesita una terminación distinta, más pulverizada, porque deja charcos. Tanto es así que José Antonio Carretero salió al ruedo y pareció señalarle a Morante que ahora habían quedado varios charcos de barro en la zona del tendido 2.

     Y llevaba toda la razón, porque el toro de Morante, al pasar por esa zona de tierras movedizas, se deslizó como si se hubiera puesto unos patines en las pezuñas. Las cosas de Morante. Pero he aquí que, tras perder ese tiempo en satisfacer la petición -¿capricho?- de regado de media plaza, el torero sevillano se fue a torear al cuarto ¡a la mitad del albero que estaba seco! Las cosas de Morante. Faena esta del cuarto en la que hizo un esfuerzo por sacar rendimiento del inválido sobrero con el que castigó el nefasto presidente Luque Teruel a los aficionados sevillanos, dejándolo en el ruedo. Fue faena discontinua, de muletazos sueltos, algunos buenos, pero no tuvo la consistencia, emoción y ligazón necesaria para la música. Fue faena de esas de paladear muletazo a muletazo, bellos pero sueltos; esas faenas que suenan mejor sin música. Por eso esta vez creo que no procedía el desagradable desaire -espada en alto- que le hizo Morante a la banda. Las cosas de Morante.


GALERÍA GRÁFICA (Pagés)

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