LA TRONERA

Un pijama en el tendido

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La polémica y reciente sesión de fotos de Manzanares en plena Maestranza. (FOTOS: GQ Magazine)
La polémica y reciente sesión de fotos de Manzanares en plena Maestranza. (FOTOS: GQ Magazine)

«…Manzanares no lo tiene tan claro, porque ha posado en una revista vestido con un pijama de lunares y una batilla en la grada de la Maestranza. Lo he visto y ha sido un atragante: casi echo el café con leche por la nariz, supongo que llevado por la emoción de esa nueva Fiesta, en plena y evidente evolución, pues tanto ha evolucionado que ya casi ni la conozco…»

Francisco Apaolaza.-

     Conozco a una marquesa deliciosa y maestrante de Sevilla que cuando no espera más visitas, declara que ya es hora de ponerse en ropa de dormir y se pone el camisón. Entiende mi querida señora que hay cosas que pueden hacerse en salto de cama y otras, no. José María Manzanares no lo tiene tan claro, porque ha posado en una revista vestido con un pijama de lunares y una batilla en la grada de la Maestranza, y a mí me recuerda a Lorenzo Lamas. Lo he visto y ha sido un atragante: casi echo el café con leche por la nariz, supongo que llevado por la emoción de esa nueva Fiesta de los toros, en plena y evidente evolución, pues tanto ha evolucionado que ya casi ni la conozco.

     Recuerdo la última crónica de mi padre, que se escribió justamente en esa grada por la que pasea el torero despertante y que se titulaba «Roncando y sin manta». En las plazas de toros he pegado cabezadas como la voladura de un edificio, se supone que por no entender algunos matices y por ser un bárbaro falto de toda sensibilidad para aprehender el arte con mayúsculas de los toreros. O para sentir en los tobillos de un matador de Valencia o que en el pecho de músculo sutilmente definido que insinúa el pijama de Manzanares, brillaba la luz que alumbra la Tauromaquia. Otros vibraron con eso, y de veras que no imaginan ustedes cuánto. Yo no. No entendí esa vaina, y por eso sigo pensando que la verdad de esto está en la raiz salvaje de someter a una fiera y admirar a un héroe que tiene muchas más prisas que yo por conocer a Dios en persona. Creo que sólo el toro y su verdad pueden poner todo en su sitio.

     En realidad quizás sea todo lo mismo y, chico, yo siempre fui un poco obtuso para distinguir la finísima línea que separa el genio del mamarracho. He cometido gansadas y metido la pata como para que me hubieran fusilado con argumentos, pero si me pongo a pensar, antes me dan dos tiros que ponerme a andar por la Maestranza en pijama.


*Publicado en ‘La Voz Digital’.

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