Ausencia de autoridad taurina

El ridículo de la Junta de Andalucía

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El Jefe del Servicio de Espectáculos Públicos de la Junta, José Antonio Delgado, con gafas de sol, en el burladero de la Junta de Andalucía durante la pasada Feria de Abril. (FOTO: Javier Martínez)
El Jefe del Servicio de Espectáculos Públicos de la Junta, José Antonio Delgado, con gafas de sol, en el burladero de la Junta de Andalucía durante la pasada Feria de Abril. (FOTO: Javier Martínez)

«…Hola Alfonsito. Mira, que los pesados de los abonados me siguen pidiendo no se qué historias de las escaleras de los tendidos de sol. Si no te importa, y siempre que tú puedas, pues que a ver si pones un par de escaleritas más, para que puedan ir al baño las señoras y esas cosas, y que puedan llegar a su localidad sin tener que pisar 21 piés y apoyarse en 32 cabezas…»

Francisco Mateos.-

     Es triste comprobar cómo día a día los responsables taurinos de la Junta de Andalucía destrozan la buena imagen ganada por la administración andaluza en años anteriores. El actual responsable de la Dirección General de Espectáculos Públicos, el socialista Luis Partida, ya ha dado muestras suficientes de que va a continuar la nefasta política de su antecesor, Manuel Brenes –al que algunos llaman ya ‘Manolo el Breve’, ya que no duró en el cargo ni un año-, escurriendo el bulto cuando tiene que dar la cara y sin asumir responsabilidades cuando debe hacerlo. Parece que su interés primordial no es la defensa de las garantías y derechos de los aficionados, sino la defensa de los particulares intereses de los taurinos y empresarios. Y nada nuevo tenemos que añadir a la ya conocida nefasta gestión de la delegada de la Junta de Andalucía en Sevilla, Carmen Tovar, que sigue sin ofrecer ni una rueda de prensa de contenido taurino desde hace año y medio; sigue escondida, y ella sabrá qué tiene que esconder.

     Los abonados estudian presentar una denuncia en el Juzgado contra la Junta de Andalucía. El caso es bien sencillo. Con la entrada en vigor del nuevo Reglamento Taurino de Andalucía, los tendidos debían disponer de una infraestructura mínima garantizada. Se definen, por ejemplo, el número de escaleras verticales que debe tener una plaza según la capacidad, y sus medidas mínimas de ancho. Como quien hizo el Reglamento sabía que existían muchas plazas que en modo alguno lo cumplían –entre ellas la Maestranza– introdujo de forma precavida una moratoria de cinco años para que se realizaran de forma gradual y sin descomponer la estética las obras necesarias de adaptación de varias plazas históricas.

     La Real Maestranza no ha realizado nada durante estos años en los tendidos de sol (ni en los de sombra, que tampoco cumplen la normativa) para adaptarse, lo que sigue provocando embotellamientos para acceder a la localidad. Molestias, pisadas, derramar la bebida sobre los cogotes de los vecinos, imposibilidad de ir al baño y regresar a tiempo del siguiente toro,… Un desastre, vamos. Un desastre a 40 euros, oiga. Los abonados llevan dos años pidiendo esas reformas. La Maestranza, pasa; la Junta, más aún. Que le den a los aficionados. A pagar y a callar. O como dice Canorea: las lentejas son estas, o las tomas o las dejas.

     La Unión de Abonados ha esperado pacientemente que expirara el plazo para exigir ahora las escaleras de accesos legales por imperativo normativo. Le escriben a la Junta de Andalucía, le razonan la petición, se lo argumentan con normas de obligado cumplimiento y le piden que se imponga y le exijan a los maestrantes a que cumplan con lo que la Ley obliga. Y va el buen señor del Jefe de Servicio de Espectáculos Públicos de la Junta de Andalucía en Sevilla, José Antonio Delgado (del equipo de Carmen Tovar), y le responde a los abonados que «procedo a dar traslado de la petición a la Real Maestranza».

     Yo de José Antonio Delgado, ya que nos tomamos la cosa en plan relajado, sin asumir la autoridad necesaria a que está obligado por Ley, me lo hubiera tomado en un tono incluso más coloquial y le hubiera mandado al teniente de hermano mayor de la Maestranza, Alfonso Guajardo-Fajardo, el siguiente mensaje. «Hola Alfonsito. Mira, que los pesados de los abonados me siguen pidiendo no se qué historias de las escaleras de los tendidos de sol. Si no te importa, y siempre que tú puedas, claro, sin prisas, pues que a ver si pones una par de escaleritas más, para que puedan ir al baño las señoras y esas cosas, y que puedan llegar a su localidad sin tener que pisar 21 piés y apoyarse en 32 cabezas… En fin, tú sabes. Pero que si te vas a molestar, nada, nada… ya les daré yo un capotazo a estos abonados pesados…».

     Vamos a ver, José Antonio Delgado, que usted es la autoridad taurina en Sevilla, ‘miarma’. Que al menos sepa aparentarlo, hijo. Lo lógico es que le hubiera dirigido en un servicio algo así como lo siguiente: «Estimado teniente hermano mayor de la Real Maestranza. En cumplimiento con lo establecido en el Reglamento Taurino de Andalucía, y habiendo transcurrido los cinco años de adaptación de la plaza a la nueva normativa de disposición de pasillos y escaleras de obligatorio cumplimiento en todas las plazas de Andalucía, le insto sin más demora a realizar las obras necesarias de adaptación en la plaza de Sevilla en el periodo de cinco meses, bajo apercibimiento en caso contrario de no poder autorizar por parte de esta Delegación de la Junta de Andalucía más festejos en dicha plaza al no cumplir con lo establecido en el Reglamento Taurino de Andalucía sobre derechos de los aficionados”.

     Algo así –digo yo- es lo que se debe esperar de una autoridad. Porque mandarle un escrito diciendo que «le doy traslado de lo solicitado por la Unión de Abonados de Sevilla» parece que es –salvando las distancias- como si le estuvieran dando un tirón a una señora en la calle y un ciudadano avisa a un policía, que se persona en el lugar y le dice al tironero: «Mire usted, señor tironero: si no le importa mucho, estas cosas no están permitidas por la Ley, y además están feas. Así que le ruego por favor que deje de intentar quitarle su bolso, si es que no es mucha molestia para usted, claro…»

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