El toreo de la otra orilla (I): Manuel Jiménez ‘Chicuelo’

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Manuel Jiménez 'Chicuelo'.
Manuel Jiménez 'Chicuelo'.

SEVILLA TAURINA inicia una serie de reportajes para desgranar las características significativas de los toreros trianeros, separados de Sevilla por el Guadalquivir. En esta primera entrega se analiza la figura de Manuel Jiménez ‘Chicuelo’, «el torero trianero de La Alameda».

Ana Moreno.-

     Triana fue cantaora y marinera, estandarte de baile y zalamería, cuna de alfareros y artesanos, pero también fue hondura de un capote torero, capilla de gracia y arte de las nuevas formas de torear.

     Un toreo de manos bajas, rasgado, abierto de compás, un toreo de maestría, de arte. En Sevilla, los toreros son armoniosos, de cadencia y acorde, de pies juntos, templados y de pases con gracia y derroche de sentimiento. Hablamos de la estética trianera y sevillana, abanderadas por diferentes mitos del toreo. Ciñéndonos en este fajín de una u otra estética tenemos a Juan Belmonte y a Chicuelo. Uno llamado ‘El pasmo de Triana’, nacido en la sevillana calle Feria, y el otro propulsor del estilo de la escuela sevillana, nacido en la trianera calle Betis. No es sin más curioso el hecho de esta contradicción de formas de torear, y cómo los estilos se forjan en el torero y no en su procedencia. Estas dos características se encuentran en ‘el torero de Sevilla’, Francisco Romero López ‘Curro Romero’. Figura del toreo sevillano pero con un estilo de la otra orilla del Guadalquivir, un Curro Romero de manos bajas y artista.

 

Manuel Jiménez 'Chicuelo'.


Su padre también fue torero. Nació en el número 11 de la calle Betis, en 1902


     Al otro lado del puente, cerca de la gitana plaza del Altozano, en el número once de la calle Betis, nació en el año 1902 Manuel Jiménez Moreno ‘Chicuelo’, hijo del torero Manuel Jiménez Vera. Pasó a los libros de la historia del toreo por la introducción de las ‘chicuelinas’ en la lista de lances con el capote, pero muchos también lo consideran el comienzo del toreo que conocemos hoy en día, del toreo de sentimiento.

     Cuando contaba sólo cinco años falleció su padre víctima de la tuberculosis, quedando bajo la tutela taurina de ‘Zocato’. Lidió su primer becerro a los nueve años en una placita construída por los hermanos Gómez Ortega en la Macarena. La alternativa la tomó el 28 de septiembre de 1919, siendo el padrino Juan Belmonte y Manuel Belmonte de testigo; tuvo lugar en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, con reses de Santa Coloma. El mismo día y a la misma hora tuvo lugar en la Monumental de San Bernardo la alternativa de Juan Luis de la Rosa a manos de Joselito. En aquella época, Sevilla se encontraba dividida entre su dos plazas de toros: la enorme Monumental y la tradicional Maestranza.

     En junio de 1920, Chicuelo confirmó en Las Ventas de Madrid con toros de duque de Guevara, siendo testigos Juan Belmonte y Fortuna, y como padrino Rafael Ortega ‘El Gallo’. Fue en esta corrida donde las ‘chicuelinas’ se dieron a conocer y quedaron para la posteridad. Un cite a media altura, sujetando el capote con las dos manos a la altura del pecho, acompañado con un giro en el momento que el toro metía la cara en el capote, dando al engaño una caída con la mano mientras que la otra seguía a la altura del pecho, girando el diestro al lado contrario de la res, apoyándose en los talones, pies juntos, en poco espacio. Este pase derivaba de las ‘navarras’, llevándolas Chicuelo a la perfección y creando un juego de capote que se convertiría en protagonista de muchas faenas alardeadas y aplaudidas por el gentío.

 

Manuel Jiménez 'Chicuelo'.

En su confirmación de alternativa en Las Ventas, en junio de 1920, fue cuando dio a conocer las que después se llamarían las ‘chicuelinas’


Se retiró en Utrera en noviembre de 1951. En octubre de 1967 falleció en Sevilla, a los 65 años. El año pasado se inauguró en Sevilla un monumento en su memoria


 

Monumento levantado en La Alameda de Sevilla en 2009.

 

     Chicuelo se consagró como figura del toreo en la faena a ‘Corchaíto’, un toro de la ganadería de Graciliano Pérez Tabernero, un 24 de mayo de 1928 en Madrid. En el cartel de aquel día figuraban también Vicente Barrera y Cagancho. La faena fue la insignia del toreo moderno, un toreo en el que el capote y la muleta dejaban de ser la preparación del momento del estoque, siendo momentos de arte, secuencias de muletazos constantes de un toreo de gracia. Cuatro naturales enlazados con un pase de pecho maestro, cuatro chicuelinas en redondo sobre los talones, inmóvil, estático, constante, un toro humillado a la merced del torero, que entraba a cada cite del diestro, constantes cambios de mano, pases de pecho, atavíos, composturas, aderezando cada pase, hermoseando cada movimiento, templado. Una faena culminada con media estocada laureada con dos orejas y dos vueltas al ruedo.

     Del mismo modo, era admirado por su forma de torear en América, sobre todo en México, donde llegaba a figurar en los carteles de cerca de veinticinco corridas al año, donde fue inmortalizado en bronce frente a la Monumental mexicana. Chicuelo se retira el 1 de noviembre de 1951 en Utrera, otorgando la alternativa a Juan Doblado y Juan Pareja Obregón. Serían herederos de su estilo y forma de toreo, Pepe Luis Vázquez, de unas formas más abelmontadas; y Manolete, al que no sólo cedió los trastos de matar. Su maestría tan sólo se movía por su propia lira e inventiva del toreo, en el que Manuel Jiménez ‘Chicuelo’ sentía predilección por las corridas hercúleas, fuertes; fue un torero de capote pequeño, con el que llegaba a atrancar hasta la embestida de un Miura.

     Falleció a los 65 años de edad en Sevilla, el 31 de octubre de 1967. Culminaba así la mayor faena de este torero purista, elegante, jacarandoso, de enorme gracejo y soltura, delicado, artista. El cartel en el que figuraría en los anales del toreo por sus ‘chicuelinas’, o por ‘Corchaíto’, dejando el comienzo de una dinastía que ha sido seguida por su hijo y sus nietos, la dinastía de ‘los Chicuelos’.

     Como reconocimiento a este torero trianero de La Alameda, devoto del Gran Poder y de la Amargura, se inauguró el pasado mes de julio una estatua de bronce en plena Alameda de Hércules, donde se crió y forjó Chicuelo, base del toreo moderno, avalando de esta forma el comienzo de la crónica de Federico M. Alcázar de aquel 24 de mayo de 1928: «El arte del toreo vino del cielo, y en la tierra se llama Manuel Chicuelo».

 

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