Saneamiento del ganado en la finca ‘La Capitana’, de Luis Algarra

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El cuidado del toro en las dehesas sevillanas por parte de los ganaderos es ma´ximo. Como si de la cartilla de vacunación de un niño se tratara, los ganaderos sevillanos cumplen escrupulosamente con los necesarios procesos sanitarios de saneamiento del ganado bravo, como las extracciones de sangre o las pruebas de tuberculosis y brucelosis. SEVILLA TAURINA viaja hoy hasta ‘La Capitana’, la finca del hierro de Luis Algarra Polera, ubicada en el término de Almadén de la Plata, para conocer los entresijos de un día de saneamiento del ganado.

(ACCESO DIRECTO A LA GALERÍA GRÁFICA)

José Luis López.-

El reportaje ganadero de esta semana en Sevilla Taurina tiene unas connotaciones especiales para un servidor. Desde que el patriarca de los Algarra, Luis Algarra Polera, nos dejara he visitado la finca ‘La Capitana’, en contadas ocasiones; son muchos los recuerdos que tengo del prestigioso ganadero, que me honró con su amistad durante mucho tiempo. Fueron muchas escapadas a la finca de Almadén de la Plata y muchos los ratos de confidencias y buenos consejos de Luis. Una veces acompañado de nuestro común amigo, Pepe Rosalén, otras con Sevilla TV y mi amigo Víctor García-Rayo (fueron muchas) para grabar alguna faena campera de nuestro programa ‘Toros en Sevilla’ y otras solo, con la compañía de mi entrañable amistad y cariño por un hombre bueno, serio en su comportamiento y sabio en su profesión de ganadero.

Por todo ello, cuando descorro el engrasado cerrojo de la cancela de hierro, que da acceso a la finca ganadera, los recuerdos se me agolpan en mi mente, y cuando llego al cortijo a través del cuidado carril, me parece que allí, junto a la placita de tientas, va a estar esperándome, como tantas veces, la figura enjuta de mi amigo, tocado con su gorrilla inglesa o su sombrero gris de ala ancha, sus pantalones de pana, su cazadora de ante y su inseparable cigarrillo en la mano. Es como casi siempre lo evoco.

Ahora, cuando llegamos a la casa, nos esperan el joven Luis Algarra Crehuet y su hermana Aurora, con el mismo cariño y hospitalidad que su progenitor. Hoy además nos dan la grata sorpresa de estar acompañados por una nueva generación de futuros ganaderos: Marta y José, hijos de Aurora y el también ganadero, José Murube, que también colaboraran en la faena campera que hemos venido a presenciar.

‘La Capitana’ es una finca en la que pastan los toros de Algarra desde que en 1983, Luis la adquiriera a Ángel Olavaria. Con anterioridad, el ganado propiedad de Salvador Algarra del Castillo se encontraba en la finca marismeña del ‘Cortijo de la Cigüeña’ desde donde se comenzó a trasladar en 1973, a la dehesa ‘Cañajoso de la Rivera’, en el término municipal de Castilblanco de los Arroyos. Dos años más tarde también llegan reses a ‘La Parrita’, dehesa del mismo término. En 1975, la ganadería pasa a nombre de Luis Algarra Polera, y a partir de esta fecha se elimina todo lo que había de la anterior procedencia y se forma con vacas y sementales de Juan Pedro Domecq y Diez, precedentes del Conde de la Corte y Tamarón.

El proceso de sanear la ganadería

Todo está preparado para comenzar esta faena, obligatoria en todas las ganaderías españolas de toros bravos al menos una o dos veces al año, dependiendo de la zona en la que esté situada la finca. En ellas hay que realizar analítica a todos los animales de la explotación; durante toda la vida si son hembras y hasta los 24 meses y desde que se hierran, si son machos.

La metodología administrativa que impone que cada seis meses haya que hacer un muestreo en toda la ganadería, no es cómoda. Pero el ganado tiene que estar sano y mientras más sano mejor para todos.

«Estas pruebas -nos explica el veterinario Nicolás Cabrera, encargado del mantenimiento sanitario de la vacada- son para la detección de la tuberculosis y la brucelosis, enfermedades transmisible a los humanos y de las que no se han dado ningún caso en esta finca ganadera. En esta operación se aprovecha para desparasitar al ganado, al mismo tiempo que se le administran, además, de las vacunas oficiales, como la de la Lengua Azul, así como las extraordinarias que se crean oportunas«.

Las operaciones de saneamiento se realizan en los corrales de la plaza de tientas destinados para el embarque de las corridas, y en él intervienen, además del veterinario y los propios ganaderos, el mayoral José Antonio Campanico, los vaqueros José Tomás y José Manuel, y en esta ocasión también ayudan los jóvenes Marta y José Murube, arreando el ganado y abriendo puertas, respectivamente.

El ganado que se va a sanear hoy se encuentra en un cercado próximo y acompañado de los insustituibles cabestros. Son arreados hasta el corral mayor de la plaza desde donde, a través de los chiqueros, irán pasando hacia la mangada de cura, donde se les practicará todo el proceso de pruebas y extracción de sangre.

Pruebas de tubercolosis y brucelosis

La primera operación, cuando el ganado está en la mangada de cura, es el rasuramiento de la parte donde se va a realizar la prueba de la tuberculina. Para poder medir el grosor de la piel se le inyecta el componente de la prueba y pasadas 72 horas se vuelven a meter los animales en la mangada de cura para comprobar el resultado de la tuberculina. Esta comprobación consiste en volver a medir la piel en la zona donde se le inyectó el componente: si ha habido una inflamación superior a los dos centímetros, es que hay indicios de enfermedad y por lo tanto hay que separar a la res para tratarla adecuadamente y tomar las medidas oportunas.

En la primera operación se realiza también una extracción de sangre a la vaca, para determinar la existencia o no de brucelosis. Esta sangre se extrae de la parte inferior del rabo y se deposita en un tubo con la misma numeración del crotal de cada res, para una vez analizada identificarlo. De esta operación, supervisada como todas por el veterinario Nicolás Cabrera, está encargada Marta, que la desempeña con su consabida responsabilidad.

Cuando se ha terminado toda esta operación, el ganado vuelve al campo, a la espera de un nuevo saneamiento, y nosotros volvemos a la ciudad con la satisfacción de comprobar, una vez más, la gran afición de toda una familia por el toro bravo. Y una vez mas, cuando descorro el engrasado cerrojo de la cancela de hierro que nos permite la salida de la finca ganadera, los recuerdos se agolpan en mi mente, y cuando salgo del cortijo a través del cuidado carril me parece que allí, junto a la placita de tientas, se ha quedado, despidiéndome como tantas veces, la figura enjuta de mi amigo, tocado con su gorrilla inglesa o su sombrero gris de ala ancha, sus pantalones de pana, su cazadora de ante y su inseparable cigarrillo en la mano. Es como siempre te evoco, amigo Luis.

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