OPINIÓN: Morante de la Puebla y…

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«…¿Duda alguien de la genialidad de Morante cuando, por ejemplo, el pasado año, en Sevilla, con todo su duende a cuestas, se marchó a la puerta de toriles para recibir a su enemigo a portagayola? No es lo lógico, ni mucho menos normal. Pero así ocurrió. Luego llevó a cabo la faena soñada y, un rato más tarde, se retiró. Lo aburrido del espectáculo taurino no es otra cosa que adivinar lo que el torero puede hacer..»


La compleja personalidad de Morante.
FOTO: Javier Martínez (TorosComunicacion)

Pla Ventura.-

     El acontecimiento que se dará cita mañana viernes 29 en la plaza de toros de Vistalegre de Madrid, sin duda alguna, viene revestido de caracteres importantísimos; se trata de un hecho irrepetible y, por dicha razón, debemos de valorarlo en su justa medida. No es un espectáculo al uso; es algo más, mucho más que una gran corrida de toros. En dicho evento se vislumbra la magia, el éxito, el clamor, la apoteosis; incluso hasta el fracaso puede hacer acto de presencia. Como vemos, desde lo fantástico y sublime hasta lo más desastroso, puede darse cita en este festejo inaudito. Y por esas razones ha crecido la expectación hasta los límites de lo inimaginable; algo lógico cuando un espectáculo lo rociamos de misterio.

     Lógicamente, es El Pana uno de los artífices de este evento singular; diestro del que, con fortuna para nosotros, hemos ponderado su magia, su toreo sublime cuando surge y sus condiciones innatas como gran comunicador dentro de los ruedos. Pero no debemos de olvidarnos de que, el otro cincuenta por ciento del cartel, es decir, José Antonio 'Morante de la Puebla', la otra mitad del evento, igualmente, como El Pana, en su persona, todo es imprevisible. No son dos toreros de los llamados convencionales, razón inequívoca de la expectación que ambos diestros han suscitado. En primera instancia, tenemos la impresión de que la gloria se la lleva El Pana y, razones y motivos, los tiene de sobra; pero Morante no le quedará a la zaga y, en tal fecha lo comprobaremos.

     No nos engañemos que, la Fiesta, para recuperar todo su esplendor, debería de tener una docena de toreros de esta estirpe. Recordemos que, en gran medida, la llamada Fiesta taurina sigue sobreviviendo con un plantel de toreros dotados con una voluntad inquebrantable, con unos deseos admirables, con una vocación sin límites; valores todos que, no les podemos negar. Y todo eso está muy bien y, en realidad, dice mucho de cuantos se juegan la vida. Pero la eclosión más indescriptible llega siempre de la mano de los genios y, como tales, ahora mismo, sólo tenemos a El Pana y Morante en dicho escalafón. ¿Duda alguien de la genialidad de Morante cuando, por ejemplo, el pasado año, en Sevilla, con todo su duende a cuestas, se marchó a la puerta de toriles para recibir a su enemigo a portagayola? No es lo lógico, ni mucho menos normal. Pero así ocurrió. Luego llevó a cabo la faena soñada y, un rato más tarde, se retiró. Lo aburrido del espectáculo taurino no es otra cosa que adivinar lo que el torero puede hacer; digamos que, la nómina actual de toreros, casi todos, son previsibles en sus quehaceres y ahí nace la monotonía del espectáculo que, como antes decía, puede estar revestido de una voluntad sin límites, pero exento de toda magia.

     Por supuesto que respeto los gustos de cada cual, pero si me dejan a elegir, me quedo con estos diestros y de forma muy concreta, con Morante de la Puebla que, como el aficionado sabe, puede encontrarse, en sus actuaciones, con el todo y con la nada; con lo sublimo y lo horrible, con lo imprevisible y lo invisible, por tanto, con lo mágico y sublime. Convengamos que, se trata de un artista que, frente a un toro, intenta crear la obra bella; pero no olvidemos que, es el toro el que tiene que ayudar para que, lo soñado, sea posible; si el toro se resiste, todo se nos viene abajo. Digo todo esto porque, de no entender esta filosofía, es mejor que nos quedemos en casa. Es muy triste esperarlo todo y no tener nada; como en todas las circunstancias de la vida. Pero siempre nos resultará un enigma asistir a una corrida de toros donde intervenga Morante puesto que, en principio, el misterio, lo tenemos asegurado. Con este diestro nada de lo que entendamos como previsible ocurrirá; pero si se dará cita lo que creíamos irreal y, cuando menos, imposible. Se trata de un juego entre lo mágico, lo sublime, lo infame y lo inesperado para, al final, tener un cóctel inimaginable que, nos puede saber a gloria a la más nefasta hiel; la miel y la hiel, todo puede pasar. Pero es algo que lo tenemos que entender.

     Entiendo a los aficionados que, ilusionados, acuden a un recinto taurino para que, en el peor de los casos, vean a un hombre afanoso dando muletazos de aquí me pongo y luego me quito. Como decía, respeto esos deseos de todo aficionado que, de alguna manera, pretender rentabilizar su entrada o boleto. Pero dicha actitud afanosa del diestro, jamás pasará de una vulgar rutina ante el hombre anodino amasando su voluntad dentro del ruedo. Sin embargo, por miles de razones, cuando el diestro es portador de la magia soñada, la puede extrapolar en la arena y, a su vez, extasiar a los aficionados; este el caso de Morante y, por supuesto, de El Pana. Y, como referente de cuanto explico, habrá que decir que, por ejemplo, El Pana, el pasado 4 de noviembre de 2007, en la plaza de toros de Guadalajara, en una tarde anodina en que, los toros no quisieron colaborar con el diestro de Apizaco, la gente quería poco menos que matar a Rodolfo Rodríguez; todo estaba perdido y, El Pana, viendo el negro panorama, se le ocurrió regalar un toro para intentar arreglar lo que se presumía no tenía apaño. Embistió el toro y, El Pana formó la mundial; el clamor, el éxito, la apoteosis, la magia y la locura, todo se dio cita en el toreo sublime de Rodolfo Rodríguez El Pana; más de dos horas estuvieron aclamándolo en el ruedo en una apoteosis interminable. Indudablemente, este tipo de situaciones solo se dan cita en toreros de este estilo, es decir, con magos e ilusionistas y, tanto El Pan como Morante, lo son en grado sumo.

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